KEPA AULESTIA-EL CORREO

Los grupos aliados del Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos han coincidido esta semana en reprochar al Ejecutivo de Pedro Sánchez sus aires de mayoría absoluta. Andoni Ortuzar advertía que «cansa» su desconsideración hacia quienes «ponemos los votos» de la gobernabilidad. Ha sido un mensaje compartido al constatar que, tras la remodelación del Consejo de Ministros, los socialistas parecen haberse ensimismado aún más. Están convencidos de que se lo permite haber salvado la mitad de la legislatura a pesar de una pandemia «sin precedentes», y tener encarrilada la segunda parte a poco que mejore la situación general. Seguros de que ninguna fuerza política se atreverá a reventar la recuperación que representan los fondos europeos, aunque voten en contra de los Presupuestos para 2022. Y aún más seguros de que PNV, ERC, Más País, Compromís y hasta EH Bildu -después de su voto favorable a la convalidación del decreto de las mascarillas- están vivamente interesados en que el mandato de Pedro Sánchez arribe a su final con posibilidades de continuar después de 2023. Los aires de mayoría absoluta del presidente responden a que cuenta con suficientes aliados cautivos de su suerte y cree poder desdeñarlos.

Pero el desprecio continuado hacia esos aliados, sin siquiera atender a la dignidad institucional del lehendakari y a sus requerimientos personales, constituye un serio riesgo para Pedro Sánchez, además de poner en evidencia querencias de ‘sobrado’ nada recomendables en tiempos de volatilidad política. Sánchez cuenta con que sus aliados periféricos y/o de izquierdas nunca seguirán la consigna del ‘cuanto peor mejor’, permitiendo aunque fuese por omisión que el bloque de la derecha y la extrema derecha sustituya a la ‘coalición progresista’ en el Gobierno de España. Pero el socialismo de Sánchez, de tanto quererlo, deberá afrontar los comicios autonómicos y locales de 2023, y las generales después, tan en solitario que su éxito o fracaso podría jugarse a cara o cruz.

La demoscopia fluye tan gaseosa en estos momentos que nadie debería confiar ni en los avances del CIS. La insistencia de Pedro Sánchez en exclusivizar las buenas nuevas -reales o supuestas- y orillar la quinta ola está siendo políticamente temeraria, al margen de que merezca calificativos más severos en otros órdenes de consideración. Cuenta a su favor que 2021 y 2022 serán de notable crecimiento respecto a 2020. Pero también eso puede darse por tan descontado que no le conceda ventaja alguna. Su prueba definitiva será la gestión eficiente de los fondos europeos, mientras inevitablemente se cuestionará su dimensión social y su distribución territorial. Sánchez podrá ganarse al PSOE a empujones. Pero al mismo tiempo puede quedar a la intemperie, con demasiada gente ‘cansada’ de él.