Editorial-El Correo
- El mundo occidental no puede dejarse arrastrar por la sinrazón que plantea Netanyahu para «terminar el trabajo» en una Gaza desangrada
Benjamín Netanyahu se presentó ayer en la sede la ONU como salvador del mundo occidental frente al «fanatismo», tras los salvajes ataques terroristas de Hamás del 7 de octubre de 2023. Pero lo hizo ante un auditorio casi vacío que revela el aislamiento internacional al Gobierno de Israel por la barbarie que perpetra en Gaza. El talante desafiante con el que el primer ministro de ese país defendió la persistencia del asedio, pese al clamor de la Asamblea General para que frene la masacre, sólo podrá sostenerse mientras Estados Unidos le mantenga el apoyo y Donald Trump sea su valedor. Con protestas en el exterior y abucheos dentro de los delegados que abandonaban la sala en un claro desplante, Netanyahu se mantuvo impasible en un relato agasajador para Trump. Le agradecía su complicidad ante «el trabajo sucio» pendiente por «entenderlo mejor» que las potencias que condenan la matanza y reconocen el Estado palestino.
Lo que realmente cuesta entender cada día más a la comunidad internacional es el ensañamiento con la población civil, a pesar de los reiterados esfuerzos del líder israelí por negar el grueso de las acusaciones. Desde el genocidio a la hambruna, contrapuso el sufrimiento del pueblo judío con el horror del Holocausto y trató de sacudirse semejante ignominia al recordar que su ejército avisa a la población antes de bombardearla. Un argumento falaz viendo el desgarrador sufrimiento en la Franja bajo los escombros o en pleno éxodo de su población. Sostener que «asesinar a un judío tiene recompensa» y declararse víctima del antisemitismo es una injusta acusación para los países que reclaman la solución de los dos estados en busca de la paz y seguridad de ambos territorios. Sobre todo cuando tienen estrechos lazos con la comunidad judía, hoy y a lo largo de la historia.
El mundo occidental no puede dejarse arrastrar por el respaldo ciego que exige Netanyahu para «terminar el trabajo» en Gaza porque supondría avalar la sinrazón de una fuerza desproporcionada que solo agrava la sangría. Por muy «monstruosos» que fueran los atentados de Hamás, el derecho a defenderse no debe ser entendido como una carta blanca a la devastación. Su emplazamiento a la paz y la colaboración con los países árabes y musulmanes en Oriente Medio puede tener más visos de prosperar si levanta el veto a la Autoridad Palestina, que exige como la ONU la liberación de los rehenes, la deposición de las armas a Hamás y un futuro sin terroristas.