El Partido Nacionalista Vasco está cometiendo, al ligar su futuro al de Pedro Sánchez e insistir en las broncas estériles con el PP en general y Miguel Tellado en particular, un error estratégico que podría hipotecar su futuro electoral durante los próximos años.
Polémica tras polémica y bronca tras bronca, algo que habría sido impensable hace apenas una década, la formación jeltzale ha quemado todos los puentes con el Partido Popular y atado su destino al de un Gobierno cada vez más débil y acorralado por la corrupción.
Una estrategia forzada en parte por el auge de EH Bildu en todos los sondeos realizados en el País Vasco y que contradice la imagen del PNV de partido pragmático que había cultivado durante décadas.
Aunque la política moderna siempre incluye una buena parte de teatralización, es inevitable pensar que la relación entre PNV y PP se ha enturbiado hasta tal punto que cualquier acercamiento entre ambas formaciones parece, al menos a día de hoy, una quimera.
Las acusaciones cruzadas de ayer martes a raíz de la entrevista concedida por Santos Cerdán al diario catalán La Vanguardia, con Tellado preguntando a Aitor Esteban «¿por qué mentiste, Aitor?» por el caso Antxon Alonso, y la respuesta del dirigente vasco de que «cree el ladrón que todos son de su condición», son sólo la punta del iceberg de una relación que se ha vuelto tóxica.
La apuesta del PNV por Pedro Sánchez empieza a parecer un callejón sin salida político.
Mientras los socialistas se desploman en las encuestas hasta situarse en algunas de ellas por debajo incluso de los cien escaños, el propio Esteban se ha visto obligado a reconocer que «empieza a conformarse una mayoría negativa» en el Congreso.
A pesar de ello, los nacionalistas vascos siguen aferrados a un presidente del Gobierno que acumula escándalo tras escándalo.
Prueba de ello es cómo el PSOE de Navarra y Geroa Bai han unido fuerzas en la comisión de investigación del Parlamento foral para blindarse mutuamente y, con el apoyo clave de EH Bildu, evitar que comparezcan tanto la actual presidenta, la socialista María Chivite, como su antecesora en el cargo, Uxue Barkos.
El caso Cerdán ha sido especialmente dañino para esta estrategia. Las revelaciones del exsecretario de Organización del PSOE sobre las negociaciones de Antxon Alonso con el PNV para que este diera su apoyo a la moción de censura de Rajoy han salpicado directamente a los nacionalistas vascos, evidenciando hasta qué punto los nacionalistas vascos han entrelazado su suerte con la del PSOE.
Y mientras el PNV se desgasta en Madrid defendiendo lo indefendible, EH Bildu se consolida como una amenaza real en el País Vasco. Las encuestas muestran un empate técnico entre ambas formaciones, con la izquierda abertzale llegando incluso a superar a los jeltzales en algunas proyecciones
La coalición abertzale ha conseguido lo que parecía imposible: presentarse como la opción más transversal del espectro político vasco, captando voto tanto del PNV como del PSE. Un crecimiento que se alimenta precisamente del desgaste que está sufriendo el PNV por su empeño en sostener a Sánchez contra viento y marea y que no parece afectar en la misma medida a EH Bildu.
Lo más grave de esta deriva es que el PNV está destruyendo su principal activo político: su imagen de partido sensato, moderado y dialogante. Aitor Esteban, que llegó a ser reconocido como «un apaciguador en tiempos de polarización», se ha convertido en todo lo contrario.
El contraste es brutal. Mientras el PNV histórico se caracterizaba por su capacidad de pactar tanto con la derecha como con la izquierda según conviniera a los intereses vascos, el PNV de Esteban ha renunciado a esa flexibilidad estratégica por lo que parece una antipatía personal que sólo beneficia a sus rivales políticos.
Esta estrategia cortoplacista no tiene futuro. El PP domina con autoridad las encuestas nacionales y podría gobernar tras las próximas elecciones generales. Cuando eso ocurra, el PNV se encontrará completamente aislado, sin aliados en Madrid y con su hegemonía en Euskadi amenazada por EH Bildu.
Los puentes quemados con los populares significa que los nacionalistas vascos han perdido su tradicional capacidad de presión y negociación. Ya no pueden jugar a dos bandas, ese juego que tan bien dominaron durante décadas y que les permitió arrancar constantes concesiones tanto de gobiernos del PSOE como del PP.
El precio de esta deriva lo pagará no sólo el PNV, sino el conjunto del País Vasco, que se quedará sin una voz moderada y constructiva en el concierto político español.