Santiago González, EL MUNDO, 8/9/12
El sancta sanctorum de nuestra liturgia democrática son las listas cerradas y bloqueadas de los partidos políticos. Ahí es donde se resume la última verdad de todo, en la rendición de cuentas de los aspirantes ante el aparato. Pasa en todos los partidos, pero quien mejor acertó a definirlo fue, hace ya bastantes años, Alfonso Guerra: «El que se mueva no sale en la foto».
Todo lo demás es contingente. La consejera Gemma Zabaleta ha sido apartada de los puestos «de salir» y ha disfrazado su desistimiento con la satisfacción del deber cumplido y el haber alcanzado en el cargo de consejera sus más altas aspiraciones políticas. No se habría producido su abandono si hubiera una posibilidad mínimamente razonable de continuar como consejera, o al menos como palamentaria.
La elaboración de las listas es el gran momento del aparato, el momento en el que los vices sacan músculo y matizan el dictamen de los ciudadanos en las urnas. Los socialistas vascos están ahora en el trance y hemos sabido que sólo cuatro de los diez consejeros de Patxi López van a tener un puesto relevante en las listas electorales. No tiene razón Zabaleta al explicar que el lehendakari renuncia con ello a lo mejor de su gestión. Más bien se trata simplemente de que en el Grupo va a haber menos escaños que postulantes y los primeros que se caen son los consejeros independientes. Lo cual, si bien se mira, es natural: son personas con una carrera profesional que tampoco tienen especial interés en hacer carrera partidaria. Por otra parte, goza también de cierta tradición parlamentaria no acumular los cargos de diputado y consejero, con el fin de garantizar el sueldo a más personas afines. Luego, naturalmente, viene la limpieza.
En la elaboración de las listas se han superpuesto tres limpiezas: la primera es la del PSE más vasquista, todo es cuestión de grados. El oficialismo de los socialistas vascos que encabeza Patxi López es un plato identitario servido en menú infantil, como acuñó certeramente Savater. La segunda es el grupo de los renovadores, que, principalmente en Álava, constituyen la oposición a Txarli Prieto, genial estratega de las negociaciones poselectorales, que al grito de «¡dejadme solo!» le regaló una legislatura al frente de la Diputación alavesa a Xabier Agirre. Se agrupan en torno a Juan Carlos Alonso, son jóvenes y generalmente preparados.
Uno de sus caídos más visibles es Os- car Rodríguez, hecho sorprendente si tenemos en cuenta que en esta legislatura que acaba ha sido secretario del Grupo Socialista en la cámara vasca y que ha desempeñado su cargo con solvencia. Entre quienes no repetirán figura también Esozi Leturiondo, la viuda de Mario Onaindía y protagonista de las páginas más hermosas de sus memorias. No es muy sorprendente, ya que Leturiondo fue la última diputada socialista elegida el 1 de marzo de 2009. Hizo el número 25 y salió en el último recuento, por un puñado de votos. Patxi tendría que haber hecho un esfuerzo para incorporarla, aunque solo fuera para verificar las citas apócrifas de Mario Onaindía con las que el lehendakari se adorna en las entrevistas.
El tercer grupo de caídos que reparte sus efectivos entre los dos anteriores es el de los partidarios de Carme Chacón, entre los que se cuentan tanto Gemma Zabaleta como Oscar Rodríguez. El aparato de los socialistas vascos fue rubalcabista desde el principio y el secretario general sigue librando por su intervención vicaria la batalla que no cesa de la sucesión de Zapatero.
Santiago González, EL MUNDO, 8/9/12