Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

El Banco Central Europeo ha decidido no moverse, lo cual es una manera elocuente de mostrar sus dudas. En su reunión anterior aseguró que todas sus decisiones referidas a los tipos de interés estaría encuadrada en la complicada especialidad de la ‘cirugía de precisión’. Sus estatutos le obligan a preocuparse por la inflación, cuyos excesos son considerados como el mayor peligro para la estabilidad y la mayor amenaza para el crecimiento sostenido. Pero es evidente que ese crecimiento y la creación de empleo que conlleva es una preocupación capital de todos los gobiernos que, aunque no mandan sobre él -es un decir-, sobrevuelan por encima de su cabeza. Con el agravante de que sus plazos de reflexión son distintos. Mientras que para los gobiernos nacionales el largo plazo es el periodo de tiempo que resta hasta las siguientes elecciones; para el regulador, el corto plazo es bastante irrelevante y sus inquietudes van mucho más lejos.

¿Qué sucede, qué ha movido al BCE a permanecer quieto? Pues, por un lado que los precios se contienen, pero no han llegado a encerrarse en el estrecho margen buscado del 2%; mientras que la actividad muestra una fortaleza inesperada. Ambos sucesos están relacionados entre sí. La presión inflacionista se centra ahora en los servicios y aunque de manera no del todo homogénea en la UE, lo cierto es que el desboque del turismo es el principal responsable de esa robustez, máxime cuando ha mostrado una sorprendente rigidez frente al aumento de los precios.

Por otra parte, el turismo es el principal responsable -fíjense en el caso español-, del buen aspecto que muestra la actividad económica. Así que intenta contener los precios sin dañar el crecimiento y, como no lo ve claro, pues se queda quieto a la espera de ver cómo se comporta el verano y qué datos proporciona el otoño.

Los listos, todos aquellos que dicen que saben de estas cosas, opinan que habrá dos rebajas, de 0,25 puntos cada una de ellas, de aquí a finales de año. Ojalá acierten. Proporcionaría un gran alivio financiero a todo aquel que, o bien cuenta con una hipoteca o bien se ha endeudado por alguna razón. Sería bueno, siempre y cuando eso no desatara una nueva ola inflacionista que obligara a dar marcha atrás. Total, ajuste fino, ya lo ha dicho la señora Christine Lagarde, que es la que más sabe, al menos, la que más decide.