- Sánchez salva el escollo de la re-reforma laboral y se orienta ya hacia las elecciones de enero de 2024. Paso paso. Tan tranquilo
El Gobierno evita la derrota. Al rescate un diputado del PP, un inesperado ángel de la guarda. ¿Qué hacía su señoría Casero fuera del Congreso, con el voto a distancia, si resulta que podía haber estado presente? Sánchez salva el escollo y anuncia legislatura completa hasta el final del semestre de presidencia española de la UE, la segunda mitad del 23. La supervivencia tiene su ritmo. El presidente ni mira atrás para recontar los desperfectos. Hay un objetivo. Otros cuatro años más. No lo esconde. Tampoco su socio de coalición: “Confío en reeditar la coalición con más fuerza para Unidas Podemos”. Palabras de la ministra Belarra, con Pablo Iglesias en la retaguardia.
Los presupuestos salvaron la legislatura. Ni siquiera harán falta otros si el precio del bloque de la investidura sigue la senda del IPC. Decreto a decreto, sin inmutarse. La semana que termina demuestra la capacidad del Gobierno en la añadidura de un día más. El PNV se lleva la gestión del Ingreso Mínimo Vital y le pone algodones al roto en la hucha de la Seguridad Social.
A cambio vota sí a las mascarillas en espacios abiertos con el truco-trato de meter la paguilla de los 200 euros a los pensionistas como reclamo. Los ingenuos creen que Sánchez se ha hecho de centro reformista al negociar con Ciudadanos el decreto de la reforma laboral. Hará lo habitual, si te he visto no me acuerdo. Como en las alarmas inconstitucionales. Sánchez no ha movido los pies del sitio. Solo gira sobre sí mismo para recolectar lo necesario en el último instante. Uno de sus portavoces, Felipe Sicilia, despeja la duda incluso antes de votar la reforma laboral: “Con quien mejor nos entendemos es con las fuerzas de la izquierda”. Ya se le pasará a la ofensa a Rufián.
La rebelión de los diputados Sayas y García Adanero ha descubierto un pacto oculto del presidente de su partido, Javier Esparza, con el hombre de confianza de Sánchez
Por si quedaba duda en la preferencia, el ministro Bolaños abronca a BILDU y pone los pelos como escarpias con la naturalidad de su reproche: “Van a votar con la derecha, háganselo a mirar”. Se lo dice a quienes no han renegado del terrorismo y mantienen intacto el proyecto totalitario de ETA. Menudo espectáculo el de UPN, socio del PP, obligando a sus dos diputados a salvar a quien no tuvo reparos en pactar con Bildu para que el PSOE tuviera la presidencia del Gobierno de Navarra.
La rebelión de los diputados Sayas y García Adanero ha descubierto un pacto oculto del presidente de su partido, Javier Esparza, con el hombre de confianza de Sánchez, Santos Cerdán, para evitar una moción de censura de Frankenstein contra el alcalde Pamplona. Sánchez juega fuerte con el mazo de los fondos europeos en la mano, gracias a una abstención de Vox al límite en la votación de aquel decreto.
La coalición de Gobierno ya no es pasajera, sino que echa raíces de futuro. Tampoco aciertan quienes creen que acabarán a palos. Ambas partes necesitarán sumar incluso menos que ahora. Los independentistas catalanes, vascos y gallegos, ojo al BNG, como bien sabe Feijoó, que pasará de 1 a 3 o 4, sumarán 40 escaños.
A los partidos con un diputado en Canarias, Cantabria y Teruel se unirá alguna agrupación cantonal más que, con unos pocos miles de votos, se colará desde una circunscripción de esa España vacía que reorientada desde la izquierda llaman vaciada. Cuestión de tiempo, con las encuestas mostrando ya en cabeza a un presidente del Gobierno que el verano pasado, con la remodelación sin escrúpulos de su parte en el Consejo de ministros, dobló a tierra tras la derrota en Madrid.
Las malas compañías de Vox
Sánchez ha recibido oxígeno de un PP dedicado a difuminar el triunfo de Isabel Díaz Ayuso al interpretarse desde dentro como un riesgo para el liderazgo de Pablo Casado. A Sánchez le han hecho el trabajo. El paso de los meses le ha aliviado. Ve como su rival vuelve al mismo sitio en el que estaba antes del 4M. Nada es casualidad. Con peor resultado que en 2019 ya está otra vez asomando la cabeza por delante del PP. A Aznar se le entendió todo y demasiado bien. Otra cosa es que él mismo amaneciera al día siguiente viendo qué tal vez no era el momento ni el sitio.
Ya había dejado claro unas semanas antes su opinión: “Ayuso es la líder más popular de España. Y punto”. Si al PP le va peor de lo esperado en Castilla y León no será por Aznar. La inquietud en las sedes populares castellanas y leonesas se palpó mucho antes. La euforia no es buena compañera en una tierra donde la templanza expresa mucho mejor la confianza en un buen resultado. Las malas compañías de Vox, desde la ultra xenófoba Le Pen al líder de los flamencos amigos de Puigdemont, pasando por el primer ministro húngaro Orban, infiltrado de Putin en la Unión Europea, no merman sus expectativas para satisfacción de Sánchez, gran beneficiario del corrimiento de tierras, procedente del PP, hacia el partido de Abascal. Vox se limita a recoger lo que el PP les traspasa.
El presidente del Gobierno espera a la noche del 13 de febrero para darle al botón de la alerta si Vox se convierte en una necesidad para el PP, a diferencia de lo que sucede en la Comunidad de Madrid donde nada pueden hacer que perjudique a la presidenta regional.
A la espera de Andalucía, donde nunca hay que dar al PSOE por acabado, dado el poder que todavía maneja en diputaciones y ayuntamientos, el Gobierno de Sánchez espera caminando, decreto a decreto, hasta el 24, como anunció el presidente tras darse una vuelta triunfal por los emiratos. Se ve volando toda una década, del 18 al 28, o quien sabe si el objetivo final sea superar en años a Felipe González.