- Nada le sale bien al Gobierno, más allá de sus acuerdos espurios para sacar adelante unos presupuestos obsoletos antes de nacer
En este final del año los problemas se le acumulan a Sánchez cuestionando su fantasiosa «recuperación justa». Para empezar, la renta por habitante es aún inferior a la de 2019; además, los problemas de suministro de materias primas y componentes hacen estragos en la industria y los servicios; la inflación –de la que son exponente los precios del gas y la electricidad– se ha disparado y amenaza con diluir una buena parte de los subsidios distribuidos por el Estado; y los descontentos –transportistas, agricultores, peluqueros, metalúrgicos, pensionistas– se multiplican. Nada le sale bien al Gobierno, más allá de sus acuerdos espurios para sacar adelante unos presupuestos obsoletos antes de nacer, en los que se enganchan prebendas inconfesables y ocurrencias de dudosa eficacia. Y hete aquí que Sánchez, para salvar la situación, no ha discurrido otra cosa que duplicar los consejos de ministros, como si de sus dos sesiones semanales fuera a emerger una espacie de multiplicación de los panes y los peces. Su mensaje es obvio: «trabajamos mucho y, en este mes, vamos a trabajar mucho más». Como si la productividad del Gobierno dependiera del número de horas que los ministros dedican a sus diatribas y escarceos políticos. Es una huida hacia adelante, una escapada en la que los asuntos –reforma laboral, pensiones, salario mínimo, cadena alimentaria, precio de la luz– se reiteran sin encontrar solución, mientras la economía y las esperanzas de los españoles se marchitan. ¿Se encontrará Sánchez, como Belmondo, con la nada en el final de su evasiva?