Al Gobierno se le apaga la luz

TEODORO LEÓN GROSS-EL PAÍS

  • De momento, lo mejor para el Gobierno es la dificultad del PP para aparecer como una alternativa fiable en el espacio centroderecha, obsesionados por el marcaje a Vox y a Ayuso desoyendo a los barones moderados de la periferia

El comienzo de curso escenificado por el presidente Sánchez, de la Casa América a la vacunación con Araceli en la foto, persigue notoriamente recuperar iniciativa política después de ver cómo la crisis de Gobierno anticipada a julio, destinada a relanzarse con un “Gobierno de la recuperación”, se malograba en la tregua del Ferragosto por la catastrófica evolución del precio de la luz. Probablemente al evaluar los efectos de un discurso inauguracional sólo le quede un consuelo: la oposición continua, y además compulsivamente, en un nivel ramplón. Y eso, junto a la esperanzadora derrama de fondos europeos, es de momento a lo que puede aferrarse.

Por no servir, no sirve siquiera el incremento del Salario Mínimo, anuncio estrella en el primer acto del curso con el sello “diseñado al milímetro por Iván Redondo” de no ser porque ya no está Iván Redondo. No parece que los 15 euros vayan a generar reacciones entusiastas de nadie; e incluso desde las trincheras de sindicatos y patronal hay fuego cruzado pero contra Moncloa. Un incremento de apenas el 1,5%, cuando el del IPC supera el 3%, supone una pérdida de poder adquisitivo que desmiente los mensajes buenistas del aumento de renta disponible para comprar fruta o material escolar. Al Gobierno, en fin, se le está apagando la luz demasiado pronto.

Sánchez, que ya siente la carga de los kilovatios, o más bien la descarga, ha pedido a Teresa Ribera que haga pedagogía. ¿Pero de qué? De momento transmite confusión, como en ese Rajoy que se hizo dos días atrás sobre no pedir solomillo a los pescaderos ni besugo a los carniceros, o impotencia, como con esa idea peregrina de la falta de “empatía social” de las empresas. Y en esa herida empieza a hurgar Podemos, que parece haber comprendido cómo la inercia gubernamental les lleva al despeñadero. Ya han tirado de movilización callejera ―¡contra sí mismos como Gobierno!― e incluso han registrado el proyecto de empresa pública de energía, todo un desafío. Los socialistas cuestionan su populismo de soluciones mágicas a problemas complejos, pero hay un problema que el propio Pablo Iglesias ha paseado por Twitter: es lo firmado en el Pacto de Gobierno. Por añadidura, si ésta era la legislatura del problema catalán, de momento Sánchez ha preferido callar estruendosamente. Como advertía Philip K Dick, la realidad es aquello que sigue ahí aunque tú quieras no pensar en ello.

De momento, sí, lo mejor para el Gobierno es la dificultad del PP para aparecer como una alternativa fiable en el espacio centroderecha, obsesionados por el marcaje a Vox y a Ayuso desoyendo a los barones moderados de la periferia. Con Afganistán han desbarrado; e incluso a las pocas horas del argumento forzado contra Sánchez como único líder mundial en celebrar la operación, Biden celebraba ésta calificándola de “éxito tremendo”. Con la luz tiran de ventajismo sin mojarse. Claro que las encuestas no parecen castigar ese estilo ―tampoco el bloqueo del Poder Judicial― mientras el Gobierno sí sufre con la gestión. Y cuando empiecen a llegar las facturas en diferido, será peor.