Parece que en la negociación con ETA se busca no sólo que ésta entre en un nuevo espacio político, sino además que se expulse al PP. Con el riesgo de que se expulse la democracia y que determinados tics autoritarios constituyan el comportamiento político de la izquierda. Por ahí se acaba en el totalitarismo, máxime cuando el respeto hacia los contrapoderes institucionales ha desaparecido por el acoso.
Estamos ya en la fase en la que se puede justificar otra transición porque estamos al límite de la primera. Guardias civiles manifestándose de uniforme, Ibarretxe organizando una manifestación contra el Poder Judicial, Otegui con muchos más espacios en los medios de comunicación que el presidente del Gobierno y hablando como si le hubiera ya sustituido, el Defensor del Pueblo abroncado en el Legislativo, la Generalitat catalana, presidida por un socialista, ni siquiera por un nacionalista, amenaza si prevalece algunos de los recursos de inconstitucionalidad al estatuto menos consensuado de la historia española, desazón entre las víctimas por un proceso de paz que ha animado a de Juana Chaos a retar al Estado, y que en la opinión de éstas aparece victorioso tras la reducción significativa de su condena dictada por el Supremo.
Casi todo puede entrar en el marco legal, todavía entra en el marco legal, pero la inestabilidad política que se percibe está pidiendo a gritos una marcha atrás. Sin embargo se hace evidente que desde el Ejecutivo el salto es hacia delante, se mantendrá la huída hacia delante, porque estamos, salvando los matices, en lo que se ha ido proyectando por la presión de las nuevas ideologías recién cobijadas en una izquierda que tampoco la reconoce ni su padre. Estamos en el trampolín para saltar a otro espacio político.
De hecho ya se han dado pasos fundamentales. Así lo es un estatuto de dudosa constitucionalidad -al menos hasta que lo diga el Tribunal Constitucional-, modelo de los que le siguen, y la búsqueda del disenso en materia tan sensible como la terrorista. Se ha producido un cambio de eje político, y, además de una forma maniquea, consistente en la alianza con los periféricos para expulsar a la derecha de ese marco, posibilitando primero la burla del estáis solos (expulsión que la primera en demandar fue ETA en el pacto de Lizarra), a algo más serio como declarar el cordón sanitario, que nos colocan ya, reformas legales a un lado, ante actitudes guerracivilistas hacia el necesario “otro” para que exista la democracia en España.
Nos coloca en la antesala, si no en la sala, de un nuevo espacio político que poco tiene que ver con el de la transición democrática, que por ser tal hiciera un esfuerzo serio para que entraran todos (hasta ETA, que si no entró fue porque no quiso, aunque parte de ETA lo hiciera). Hoy parece que en la negociación con ETA se busca no sólo que ETA entre, sino además, se expulse al PP. El riesgo está en que expulsando al PP se expulse mucho más, se expulse la democracia y que determinados tics autoritarios, justificados en los discursos por las maldades de la derecha, que como todo sector social y político las tiene –nosotros también-, constituyan el grueso e incluso el modelo del comportamiento político de la izquierda. Por ahí se acaba en el totalitarismo, virus siempre presente en todo partido político, máxime cuando el respeto hacia los contrapoderes, no solo hacia la oposición política, los contrapoderes institucionales, el Judicial o el propio Defensor el Pueblo, ha desaparecido por el acoso.
A uno se le antoja que no es inocente la presencia de ETA en este cambio de aposentos que se está fraguando. De hecho negociar con el que no se doblegó a la transición, en plena revisión desde la izquierda de lo que ella supuso, tachándola de doblegamiento ante la imposición de los franquistas reconvertidos, en una interpretación infantil donde las haya, es algo más que significativo. ¿Acaso, no ha supuesto el discurso de ETA, antidemocrático, etnicista, totalitario, violento, secesionista, parte de los presupuestos actuales del nacionalismo antes moderado que hoy reivindica sin tapujos la autodeterminación y califica de conflicto la situación entre España y su comunidad coincidiendo literalmente con ETA?
Se puede antojar que el cambio del marco político y la manipulación de ETA es algo más que una casualidad. Lo que nos llevaría a una nueva alianza política en la que ETA estuviera junto a nacionalistas e izquierdas conformando un añorado frente popular hito de nuestras desgracias pasadas, y aún así mucho más justificado ante los fascismos emergentes de entonces que ahora.
El cambio de marco político es realmente arriesgado, pero que la que baile en el centro del salón sea ETA, nos arrastra hacia la tragedia. Tragedia inconscientemente presente entre las víctimas del terrorismo y conscientemente entre todos aquellos que hicieron un sano y responsable esfuerzo de cesión (salvo los que hoy prefieren desertar de aquel comportamiento) para hacer posible la transición democrática, la única que fue posible y la única que sigue siendo posible. El resto, la tragedia.
Eduardo Uriarte, BASTAYA.ORG, 20/2/2007