Editorial, EL CORREO, 6/8/12
Resulta tranquilizador que su presencia sea detectada por los servicios antiterroristas
El pasado viernes, el juez Ruz de la Audiencia Nacional encarceló al presunto terrorista turco que había sido detenido en La Línea de la Concepción, que mantenía vínculos con otros dos rusos -uno de ellos checheno- detenidos en Almuradiel cuando se desplazaban en autobús hacia Francia, y ayer estos últimos eran también enviados a prisión. El instructor, que volvió a interrogarles este domingo tras prorrogar su detención por la ausencia de pruebas contra ellos, imputa indiciariamente a ambos los delitos de integración en organización terrorista y tenencia de sustancias y aparatos explosivos con finalidad terrorista. La policía española habría recibido aviso de los servicios secretos franceses de que los dos rusos llegarían a España, lo que sucedió el 20 de mayo. Otras fuerzas de seguridad estaban alertadas -los británicos habían montado un operativo por si entraban en Gibraltar- y ha bastado el acopio de información suministrada por diversas policías para construir una inculpación fundamentada. El perfil de estos individuos no se corresponde con los activistas que son habitualmente detenidos en España, prevenientes del Norte de África o del Cercano Oriente; de ahí que algunos expertos antiterroristas hayan relacionado a estos sujetos con Lashkar e Tayiba, un movimiento yihadista de Cachemira, o con Therik e Taliban, una organización islamista paquistaní que ha cooperado con Al-Qaida; según fuentes judiciales, ambos han confesado haberse adiestrado en ese país. Los ahora detenidos trataban de comprar explosivos -ya tenían en su poder una pequeña cantidad de pólvora- y estaban empeñados en aprender a volar en parapente. No es difícil imaginar qué brutal relación podía haber entre ambas pretensiones, aunque probablemente será difícil probar sus intenciones. En cualquier caso, resulta tranquilizador comprobar que el paso de estos sujetos deja huella y es escrutado intensamente por los servicios de seguridad de la comunidad internacional, que en materia antiterrorista no conoce fronteras. España está en primera línea en esta batalla -el rescate de Al Andalus es la obsesión del islamismo radical-, que ya ha dejado entre nosotros profundísimas heridas, por lo que hay que mantenerse ojo avizor para prevenir la brutalidad de los fanáticos atentos a cualquier resquicio de debilidad para cumplir sus macabros fines.
Editorial, EL CORREO, 6/8/12