Félix de Azua-El País
¿Dónde podrán refugiarse aquellos que no renuncien a pensar?
Un amigo, hombre de extensa cultura, me envía esta frase de Roberto Calasso: “¿Dónde podrán refugiarse aquellos que no renuncien a pensar? Ya no en la universidad. Al pensamiento le sería útil un periodo de ocultamiento, de vida clandestina o camuflada de la que volver a emerger; una situación que podría asemejarse a la de los presocráticos”. Este amigo un día se quedó fascinado por la vorágine de Nápoles, sus gentes parlanchinas, su revoltijo callejero, su inmensa belleza. Pasó allí un buen número de años y, cuando finalmente no tuvo más remedio que volver a España, mantuvo una relación amorosa con la vieja ciudad partenopea. Escribió sobre ella y también sobre los napolitanos que visitaron España y ahora, finalmente, ha publicado una novela napolitana. En realidad no es una novela típica, sino una ficción biográfica, aunque verdadera en más de una mitad.
Casi todos los turistas estivales lo ignoran, pero en Nápoles llueve mucho. En consecuencia, su flora y sus jardines son espectaculares. Por su situación cría buena parte de la flora europea y otra no desdeñable de la africana, además de su propia flora autóctona. De modo que José Vicente Quirante ha escrito la biografía de un botánico y médico del siglo XVIII, Domenico Cirillo, que amó con pasión la piel de Nápoles y la recorrió como el amante recorre el cuerpo de la amada. Eso le ha permitido al autor vivir en su ciudad durante la redacción del libro, rememorando los aromas, divisando su arco cromático con las cambiantes luces del sol vesubiano y, sobre todo, imaginando sus gentes. El título, Sombra y revolución (Confluencias), sugiere que Cirillo se hundió en la hecatombe revolucionaria.
El jardín presocrático. Inmejorable refugio para un pensamiento poético.