Hace dos días, Iglesias hizo público su apoyo no sólo a Puigdemont –último gestor de la banda de los Pujol (CiU, Convergència, Tresvergencia, El Prusés S.A. o El Colp S.L.)– sino a los aforados como Homs cuyo suplicatorio pida el Supremo. O sea, que los que iban a acabar con los privilegios de la casta política defienden el aforamiento, búnquer de la corrupción partidista; y los que iban a defender al pueblo se unen a los que quieren liquidar la soberanía del Pueblo Español, con un plebiscito en el que el pueblo español no puede participar.
Nada nuevo. Como Lenin y Stalin, Podemos hace suyo un proyecto separatista para debilitar a un Estado del que se piensa apoderar, pensando que la futura dictadura comunista recuperará los territorios entregados a su aliado actual. En tanto, pacto Molotov-Ribentropp o Hitler-Stalin, que el comunista L´Humanité presentó como el de los trabajadores europeos contra la burguesía franco-inglesa y el capitalismo sin patria ni fronteras.
Pero aquí no ha caído aún el Palacio de Invierno. Ni siquiera el de Oriente. Aunque Zapasánchez y Rajoy sean biznietos de Kerenski, los partidos mayoritarios, aquí PP y PSOE, entonces Zentrum y socialdemócratas alemanes o liberales, eseristas y mencheviques rusos, tendrían a su lado a toda la opinión pública si se decidieran a atacar juntos y para asear de paso sus vergüenzas el pacto Pablenin-Cocomochov cuyo doble fin es imponer el apartheid en Cataluña y destruir las libertades en España. Que están fundadas, repitámoslo, en la soberanía nacional, base de la Constitución de 1978 refrendada por abrumadora mayoría ciudadana.
¿O es peor abstenerse hoy ante un Gobierno de Rajoy que apoyar ayer el GAL y mañana y siempre el egoísmo rastrero del separatismo catalán?