Juan Carlos Girauta-ABC
- Sánchez no solo está enamorado de Sánchez. Es que siempre se ha comportado de modo temerario
No es que al timón de España no haya nadie, como avisa Casado. Es que el timonel solo tiene ojos para sí. Iván le dio un espejo y se ha enamorado. Entonces, ¿qué va a pasar? ¡Descreamos de oráculos, el porvenir está abierto! O no.
Podemos caer en cualquiera de los universos paralelos que aguardan a nuestras consciencias. Ser en cuatro días pedigüeños dignos de toda desconfianza, despertar de la modorra de la peste con el tejido empresarial desgarrado y, de paso, inmersos en el proceso constituyente que se le escapó al ministro de Justicia. Con los independentistas, que desde el Gran Desastre florecen en la desgracia común, dispuestos a liarla de nuevo. Y con los promotores de la cancelación institucional preparándole a Felipe VI unas municipales como las de abril del 31. Se me ocurren varios idiotas a estribor para interpretar al Almirante Aznar, que regaló el régimen por una frase de más ante la prensa. Ya entonces compraban la narrativa de la izquierda, aunque nadie lo hubiera dicho así.
Siendo el destino una figuración, del mismo modo azaroso podríamos caer de pie tras la modorra, y ponernos virtuosos. Cierto es que ahora no veo cómo, pero si debo ser fiel a mi convicción contraria a la predestinación (y en concreto a la de España, por agotamiento y por hartazgo de una secular intelectualidad de aguafiestas sombríos), afirmaré que sí se puede.
Se puede saltar al universo paralelo donde ese timonel ababol, que solo cree inexorable su propio mando, despierte, suelte lastre podemita y comunique a los separatistas que la mesa de diálogo ha huido escalinata abajo en un claro fenómeno paranormal. Que la mesa dice que no en morse, con las patas. Y sin Podemos, y sin mesa para secesiones, sacarse de la manga un presupuesto a la altura de las circunstancias, tan impecable que a ver qué grupo sensato le dice que nanay. ¿Se puede? Ay.
Sánchez no solo está enamorado de Sánchez y hace las cosas propias de ese trastorno. Es que siempre se ha comportado de modo antojadizo y temerario. Se cree, de algún modo oscuro, protegido por instancias superiores. Se tiene por excepción y lo exterioriza a su manera, vía ostentación hortera que él confunde con signos de ser el único salvo cierto.
Perezoso, adormecido por los susurros de su spin doctor de cabecera, posa apenas los dedos sobre un timón que no parece que vaya a maniobrar a pesar de la escora a babor que amenaza con volcar la nave. Ah, quietud inexplicable. Primeros gritos de espanto en los camarotes del Ibex. Amagos de motín.
Es la sola fe en su buena fortuna la que le hará responder a Iván, cuando insinúe entre toses nerviosas la posibilidad de un naufragio: «Espera, déjate llevar, calma, no pasa nada». Mientras, indolente, valorará su perfil izquierdo en el espejo de Iván. Mis queridos e ingenuos ofertantes de coaliciones, ¿qué muestra de lealtad o respeto a las instituciones ha exhibido Narciso hasta ahora?