Kepa Aulestia-El Correo
El Estado de Alarma induce en el poder Ejecutivo la sensación de que su cometido puede sustraerse al escrutinio parlamentario, y solo ha de preocuparse de que los ciudadanos comprendan y sigan sus directrices. El confinamiento afecta a los contrapesos del sistema democrático, especialmente cuando no se cuenta con un calendario siquiera aproximado para la desescalada, el presidente advierte de que en algún momento podría darse marcha atrás y se pronostica que en otoño aflorará una segunda epidemia del Covid-19.
En ese marco, el propósito del lehendakari Urkullu de convocar elecciones en julio, previendo que ese mes será la única ventana de oportunidad hasta la primavera del año que viene, parece más que razonable. El problema es que su solo anuncio puede convertir las fases y los ritmos del desconfinamiento, y las medidas económicas y sociales que se arbitren, en la única materia de la que verse la confrontación partidaria.
En el pleno parlamentario de ayer, la líder de los socialistas vascos, Idoia Mendia, expresó su preocupación porque los políticos se muestren más impacientes que los ciudadanos afectados por las restricciones. Basta echar un vistazo informativo para constatar una escala de posiciones que va del escepticismo científico a las cautelas del Gobierno central, y de éstas a la proclividad autonómica y local a acelerar el tránsito hacia la ‘nueva normalidad’.
En tales circunstancias, la precampaña electoral podría convertirse en una subasta de medidas, a cual más simpática, respecto a la reactivación de la vida social y económica. La avidez común por dar buenas noticias impediría que alguna de las candidaturas se muestre ceniza respecto a la obligada proclama del final de la pandemia. Entre otros motivos, porque quien subraye la persistencia de un riesgo latente tendría que cuestionar la propia celebración de los comicios, o cuando menos transmitiría al público la inconveniencia de acudir a los colegios electorales.
El próximo jueves 30 el lehendakari Urkullu y candidato del PNV a continuar en Ajuria Enea se reunirá con los dirigentes de los partidos para consensuar la cita electoral. Pero la excepcionalidad del momento no justifica que «los grupos parlamentarios de la anterior legislatura» -según los ha denominado Urkullu en la pandemia- queden al margen de la gestión de la crisis, sino todo lo contrario.
El momento requiere el máximo de diálogo y participación crítica en la toma de decisiones. También para evitar que la desescalada sea pasto de campaña, imputando a la oposición de EH Bildu intenciones aviesas cuando sus representantes han mostrado una exigente responsabilidad frente al Covid-19.