EL MUNDO – 28/03/16
· Podemos dio ayer un paso decisivo en su inquietante coqueteo con la izquierda abertzale. La formación de Pablo Iglesias en el País Vasco decidió sumarse con un acto propio a la celebración del Aberri Eguna –Día de la Patria Vasca–, convirtiéndose así en la primera formación no nacionalista que desde la Transición reivindica esta jornada.
· Aunque la nueva cúpula de Podemos en Euskadi –la anterior dirección dimitió por sus desavenencias con Iglesias– trató de situarse en una tercera vía–«la patria de la gente»– insistiendo en que no son nacionalistas, su defensa del «derecho a decidir» no sólo lleva a la formación morada a abrazar los postulados de los abertzales, sino que hace cada vez más difícil diferenciarlos.
Las celebraciones de PNV, Podemos y EH Bildu fueron en realidad el pistoletazo de salida de la campaña para las elecciones autonómicas que se celebrarán en Euskadi en otoño. Y con su discurso soberanista, abogando por la celebración de un referéndum de autodeterminación vinculante, igual que reclama en Cataluña, Podemos trata de ampliar su caladero electoral para disputarle la hegemonía al PNV. Pero, al mismo tiempo, tiende puentes así con la izquierda abertzale de cara a forjar una alianza que les permita sumar escaños tras los comicios y gobernar juntos en otoño.
Ahora bien, más allá de las consideraciones éticas que despierta el indisimulado acercamiento entre las formaciones de Iglesias y Otegi, lo más preocupante es que Podemos –la tercera fuerza política de España– demuestra que no tiene problema alguno en cuartear un principio tan básico como el de la soberanía nacional, con tal de arañar votos en las llamadas comunidades históricas–Cataluña, País Vasco y Galicia–. Es una estrategia tan tacticista como peligrosa para los intereses generales. Pero también está cargada de cinismo, en el sentido de que una formación que se pretende de izquierdas, no nacionalista ni independentista, a la hora de la verdad no duda en echarse en brazos de quienes más lo son –el ejemplo más claro fue la alianza con Bildu para concurrir juntos en Navarra al Senado– ni en defender con ardor las consignas más soberanistas.
Que todo es una incongruencia difícil de digerir lo confirma también la desaprobación del sector crítico de Podemos en el País Vasco a que ayer se celebrara el Aberri Eguna, tachando de «error» este posicionamiento en el campo nacionalista. Pero la formación morada hace cuentas y los sondeos ahora mismo le sonríen en Euskadi. La última encuesta le otorga una horquilla de entre 19 y 21 escaños en el Parlamento Vasco, pisándole los talones al PNV, que seguiría siendo la primera fuerza, con 22 o 23 diputados autonómicos.
Un resultado así supondría un auténtico seísmo en la política vasca. De entrada, el PNV no podría seguir gobernando sólo con el apoyo exterior del PSOE, como hasta ahora. Y sólo una complicada abstención del PP vasco le serviría a Urkullu para mantenerse como lehendakari. Por su parte, Podemos aspira a conquistar la Lehendakaritza con el apoyo de las demás fuerzas de izquierda, es decir, EH Bildu y PSE. Ambas combinaciones son complejas y despiertan el fantasma de la ingobernabilidad. Aunque, eso sí, todavía faltan muchos meses para las elecciones, y de sobra es sabido que el escenario electoral es en estos momentos muy volátil. Y está por ver cómo afecta en la izquierda abertzale la salida de prisión de Otegi y su intento por recuperar el protagonismo político.
No deja de resultar llamativo que Podemos trate de descabalgar al PNV sobreactuando en su ardor soberanista con el manido discurso de la autodeterminación y la exigencia del acercamiento de presos, que hasta ahora formaban parte casi en exclusiva del mensaje de Batasuna. Y que al mismo tiempo sea el PNV quien adopte como estrategia el pragmatismo. Urkullu –que a lo largo de la legislatura ha dado sobradas muestras de sensatez política– reiteró ayer que su apuesta por un nuevo estatus para el País Vasco debe insertarse en «el diálogo y entendimiento», marcando así otra vez distancias con la disparatada estrategia de los nacionalistas en Cataluña, o con los delirios de la izquierda abertzale. Ésta de nuevo perdió ayer otra oportunidad para desmarcarse del monstruoso y cínico comunicado de ETA, que criticó los atentados yihadistas en Bruselas por tener como objetivo a «simples ciudadanos». Como si no fueran eso, ciudadanos, los más de 800 muertos de su macabro historial. Inquieta, desde luego, que ese nuevo partido que pretende gobernar en España no encuentre problemas morales en acercarse a quienes cargan aún con esta hipoteca de sangre.
EL MUNDO – 28/03/16