IGNACIO CAMACHO-ABC

  • Antes de suprimir rutas aéreas habría que devolver al AVE la fiabilidad y la eficiencia que ha perdido desde la pandemia

El frívolo anuncio de Yolanda Díaz sobre una hipotética supresión de ciertas rutas aéreas le costó en un solo día seiscientos millones de pérdidas a la compañía semipública Aena. Ésa es la manera de gobernar de la vicepresidenta, aficionada a divulgar ocurrencias ideadas (?) sin una mínima reflexión sobre el alcance real de sus propuestas. Lo que se llama una política seria, formulada, eso sí, con la cursilería retórica de esa neolengua habitual en quienes primero hablan y luego piensan. Había que improvisar un programa de Gobierno para urgir a Puigdemont a decidir su voto y allá que fueron los escribas a rellenar folios bajo la premisa de que el papel lo aguanta todo y de que queda muy ‘cool’ eso de reducir la huella de carbono. Molestarse en estudiar la viabilidad de un proyecto y sus consecuencias sobre el tejido económico es demasiado esfuerzo cuando el tiempo apremia y los jefes se ponen nerviosos.

De haberse esmerado un poco, los ideólogos de turno se habrían dado cuenta de que no hay trenes que cubran los trayectos señalados como prescindibles, salvo el de Madrid-Valencia, en menos de dos horas y media. La alta velocidad ha devenido en una entelequia ante la incapacidad de Renfe y Adif de remontar el deterioro sufrido por el servicio durante la pandemia. La antigua joya de la Corona, escaparate de la modernidad española, ha colapsado en puntualidad, calidad, fiabilidad y eficiencia tecnológica. Las averías en la infraestructura y los consiguientes retrasos son un hecho cotidiano, un fenómeno casi costumbrista; el personal se ha reducido y las estaciones se han quedado pequeñas para el aumento de tráfico generado por una demanda en constante crecida. Y luego está el pequeño detalle de que las estaciones de Barcelona, Málaga o Sevilla carecen por ende de conexión con los aeropuertos, no ya de AVE sino de simples y modestos tranvías.

Parecen ignorar también las minervas gubernamentales que la mayoría de pasajeros de vuelos domésticos proceden de enlaces de salida o de llegada con viajes intercontinentales, los únicos que generan a las compañías resultados rentables, los que sostienen a Barajas o el Prat como ‘hubs’ relevantes. Y que estas medidas arbitrarias anunciadas sin previo cálculo percuten sobre el PIB turístico con efecto inmediato porque hay destinos alternativos en países cercanos dispuestos a competir para arrebatarle a España cuotas de mercado americano o asiático. Es muy loable el propósito de combatir el cambio climático pero la aviación civil es un asunto muy delicado, con una repercusión demasiado compleja para dejarlo en según qué manos, y menos en las que ya se han cargado en pocos años el prestigio y la excelencia del transporte ferroviario. Y, bueno, creo que he conseguido terminar un artículo sobre aviones sin mencionar justo ése en que ustedes están pensando. Tan obvio que no hace falta mencionarlo.