El PNV busca liderar desde la Diputación el empuje del nacionalismo pese al triunfo electoral del PP El descalabro del PSE ha provocado que las dos principales fuerzas constitucionalistas pierdan la mayoría absoluta de las Juntas doce años después.
De nuevo, Álava. De nuevo, tras el 22M, el territorio más convulso e incierto del espectro político vasco ha vuelto a la primera línea del foco mediático. Un escenario, el de la Diputación, en el que poco parece importar quien gane las elecciones y sí, por contra, sumar los escaños necesarios para gobernar un feudo vital en el equilibrio de poderes del conjunto de la comunidad, dado el peso que tienen las Haciendas forales. Superado el 22 de mayo, queda la misma sensación de ‘déjà vu’ de hace cuatro años. De nuevo, Álava; de nuevo, la victoria de Javier de Andrés (PP); de nuevo, un probable Ejecutivo foral presidido por el PNV. En Vitoria, sin embargo, no habrá sorpresas y como ya es tradición, gobernará la lista más votada: Javier Maroto, del PP, que ha sacado tres concejales a PNV, PSE y Bildu, cada uno con seis ediles.
Entre las muchas lecturas sacadas de las urnas, una domina sobre el resto: el nacionalismo quiere volver a hacerse fuerte y recuperar a toda costa la hegemonía -en lo referido a elecciones forales y en cuestión de votos- que perdió en 1995, cuando los partidos no nacionalistas, PP, la extinta Unidad Alavesa, el PSE y EB sumaron 19.000 votos más que PNV, EA y HB. Pese a todo, en aquella legislatura gobernó el jeltzale Félix Ormazábal.
Desde entonces, el escenario ha cambiado, y mucho. En el periodo 1999-2007, la Diputación estuvo presidida por el popular Ramón Rabanera, que si en su primera elección sí resultó ser la fuerza más votada, en 2003 la coalición PNV-EA le sacó 11.5000 votos. En ambos casos, el PSE, siguiendo directrices de Madrid, posibilitó la investidura de los conservadores. En 2007, el PNV, pese a ser el tercer partido más votado, logró recuperar la makila foral por las desavenencias entre PP y PSE, primero y segundo en aquellos comicios con 29 de los 51 junteros de la Cámara (15 y 14). Pese a ganar, el delfín de Rabanera, De Andrés, se quedó a las puertas del Palacio de la Provincia.
Cuatro años después, la fotografía, a ‘grosso modo’, vuelve a repetirse. Javier de Andrés ha igualado los mejores resultados cosechados por el PP alavés en unas elecciones forales al lograr 16 escaños, tres más que el PNV de Agirre (pierde uno), la mayor diferencia entre la primera y segunda fuerza en unas elecciones forales desde 1995, cuando los jeltzales sacaron seis actas a los populares. Una distancia que para el PP, explican fuentes de la formación, debería ser más que suficiente para dirigir los designios de la Diputación. «No lo decimos nosotros, sino las urnas», recalcan.
Dos bloques muy marcados
La distorsión, considerable, ha llegado por la debacle del PSE, que ha caído de 14 a 9 junteros -14.500 votos menos-, y por la irrupción de Bildu, con 11 procuradores. Un resultado que sorprendió a propios y extraños, ya que fuentes de la coalición abertzale confiesan que haber logrado 9 hubiera sido «poco menos que un sueño». Por último, Ezker Batua sube uno (2) y Aralar pierde a su representante.
La aritmética revela que, por primera vez en los últimos doce años, las fuerzas constitucionalistas han perdido la mayoría absoluta de las Juntas. Se quedan con 25, a uno de la mayoría absoluta, pero uno por encima de la suma de fuerzas nacionalistas. Bildu ya ha ‘regalado’ sus votos a Xabier Agirre, de forma que EB será la formación clave que decidirá la gobernabilidad de la Diputación. Y lo hará bajo unas premisas: impedir ejecutivos liderados por la derecha. Pero la derecha del PP, no la del PNV.
«Todavía queda mucho. Habrá altibajos, sobre todo a la espera de lo que pase en Guipúzcoa», coinciden todas las fuentes consultadas. Y es que no será hasta mediados de julio cuando se celebre la sesión de investidura, esa que en 2007 proclamó a Xabier Agirre diputado general después de que ANV advirtiera antes de la primera votación que daría su apoyo al PNV si con ello podría impedir que Prieto se hiciera con la makila -el PSE, con 14 junteros, tenía el apoyo del procurador de EB y, en teoría, el de Aralar-. El PP tenía 15; PNV, 14; EA, 2, y ANV, 4. La inesperada maniobra de la izquierda abertzale provocó que Aralar se descolgara, que EA respaldara al PNV y ANV votara a su candidato, Aitor Bezares. PP y PSE no se entendieron.
Ahora, todo es posible. El PP cruza las dos dedos para que EB se decante por la abstención y permita en segunda ronda la investidura de De Andrés, que como ya ha confirmado el consejero de Interior, Rodolfo Ares, tendrá el apoyo de los socialistas -también en Vitoria-. Y lo tendrá, entre otros motivos, porque Txarli Prieto, tras una legislatura sustentando al Gobierno foral, se ha quedado sin argumentos para enfrentarse a la dirección de su partido como hizo en 2009, cuando logró parar la moción de censura contra Agirre por el apoyo del PP al lehendakari Patxi López.
Sin acuerdos con Bildu
¿Y el PNV? La única opción para evitar un enfrentamiento abierto entre Agirre y De Andrés es que los jeltzales desistan de presentar candidatura, algo que no entra los planes del diputado general, como desveló EL CORREO el pasado día 29. No reculará e irá a por todas, sobre todo al conocer el apoyo tan nítido -«sin condiciones ni contrapartidas»- brindado por Bildu.
Y para hacerlo, son varios los argumentos esgrimidos. A diferencia de Guipúzcoa, no toca hablar de listas más votadas porque en Álava el PP ha sido el claro vencedor. Desde las filas jeltzales se esgrime que las urnas han dibujado la provincia más nacionalista en décadas, quedando a solo un millar de votos de los partidos no nacionalistas (PP, PSE y EB) que suman 73.500 papeletas. Además, recuerdan que la diferencia entre unos y otros (3.500 votos, 3 junteros) no es tan abultada, como puede ser en Guipúzcoa, donde Bildu pasa 8 escaños al PNV.
En lo referido a elecciones forales, hay que retroceder hasta 1987, cuando los partidos abertzales -EA, PNV, HB y EE- recabaron 80.400 papeletas frente a las 48.000 de los no nacionalistas. A la inversa, fue en 2003 cuando las fuerzas constitucionalistas (PP, PSE y Unidad Alavesa) batieron todos los récords alcanzando los 90.000 sufragios, más los casi 12.000 de EB. El nacionalismo, por contra, apenas tuvo 62.500.
«La tendencia es clara. ¿Alguien puede creer que Agirre no vaya a presentar candidatura con este nuevo mapa político?», sugiere un destacado dirigente jeltzale. El PNV lo tiene claro. Nada de acuerdos estables con Bildu y sí a un Gobierno en minoría con acuerdos puntuales de cualquier fuerza. Habrá batalla con el PP. De nuevo, la Diputación. De nuevo, la encrucijada alavesa.
EL CORREO, 5/6/2011