José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
Rivera tiene todas las condiciones de un buen político y todos los defectos de un líder enardecido, quizá dominado por una precoz y desordenada ambición. De ahí viene la decepción
Ya está claro que Ciudadanos se mantiene insomne en la pelea por liderar la derecha española, disputándole el podio al PP y marginando tanto cuanto pueda a Vox. Opción legítima. Pero no era esa la expectativa que suscitaron ni Rivera ni su partido. Y aunque ese volatín posicional les ha dado resultado en las elecciones del pasado día 28 de abril, no por ello hay que dejar de destacar que la localización estratégica e ideológica del partido de origen catalán no es la que prometió: de centro y liberal.
José María Ruiz Sora, abogado bilbaíno y un perspicaz analista político, ha escrito el domingo pasado un resolutivo artículo en ‘El Correo’ de Bilbao titulado “Los desertores del centro”. Tras recordar que el centro, evocando a Duverger, “no existe como espacio o doctrina particular, sino que es solo el lugar geométrico donde se reúnen los moderados de tendencias opuestas”, Ruiz Soroa entra a fondo en lo que considera ha sido lo “más llamativo” del 28-A y de la situación política.
El partido llegado como centrista ha desertado de su propuesta y se ha incorporado al bloque de la derecha para pelear por la primacía dentro de él
Y sigue Ruiz Soroa: “Por otro lado, su negativa a apoyar en cualquier cosa a Sánchez hacía a este fácil rehén de los nacionalistas, la situación que Ciudadanos decía que pretendía superar. Y así podríamos seguir desgranando ejemplos de cómo ha llevado a cabo desde hace un año una política exactamente contraria a todo lo que lo definía como partido de centro liberal. Hasta ha llegado a concurrir conjuntamente con los foralistas navarros”.
Por todo eso, alcanzo la misma conclusión que la del abogado bilbaíno: Ciudadanos ha reforzado la polarización. Añado: cuando su función era evitarla y restar margen de maniobra a los nacionalismos independentistas. Y configurar un territorio en el que albergar a los cientos de miles —seguramente millones— de ciudadanos que estarían más cómodos en una opción versátil e integradora.
La decepción es un sentimiento pesaroso por un desengaño. Albert Rivera tiene, sobre el papel, todas las condiciones de un buen político y todos los defectos de un líder enardecido, quizá dominado por una precoz y desordenada ambición. Creo, sinceramente, que le importan los valores constitucionales y, en particular, la integridad de España, pero creo, igualmente, que ha errado en sus prioridades y en su estrategia.
Rivera tiene las condiciones de un buen político y los defectos de un líder enardecido, quizá dominado por una precoz y desordenada ambición
Asumo un cierto grado de subjetividad y hasta de ingenuidad (¡a estas alturas!) en este análisis, pero reivindico modestamente que —creyente como soy en la necesidad de una España moderada desde una posición de centro derecha— escribí con espíritu avisador dos ‘posts’ en este blog de El Confidencial. El primero se titulaba “Rivera, no con Vox” y se publicó el pasado 16 de diciembre con motivo del pacto andaluz para el Gobierno de la Junta. El segundo, titulado “El 28 de abril, las tres derechas y los perros de Pávlov”, que se publicó el 16 de febrero de este año, en el que consideré un error mayúsculo la concentración, días antes, en la plaza de Colón protagonizada por el PP, Ciudadanos y Vox.
Con el pesar de lo que pudo ser y no ha sido (¿resultará reversible esta derechización innecesaria de Ciudadanos y del propio Rivera?) se deja constancia del desequilibrio de fuerzas cuando combaten en la política los intereses y los valores. Siempre están mejor armados aquellos que estos y, así, se terminan por imponer. Pero, en fin, hagamos caso a Aristóteles, según el cual “la esperanza es el sueño del hombre despierto”. Siguen estándolo —despiertos— muchos miles de ciudadanos que no renuncian a una España sin rótulas, esos mecanismos de articulación de movimientos sensatos en un escenario bloqueado y desalentador como es el que contemplamos y tan dependiente de fuerzas disgregadoras.