Luis Haramburu Altuna-El Correo
Las urnas han hablado y Pedro Sánchez sale fortalecido de las elecciones locales, autonómicas y europeas. Aunque no tanto como algunos pretenden, ya que su socio preferente se ha quedado con las ganas. Sánchez ha revalidado su triunfo del 28 de abril y debe tomar sin demora algunas decisiones que marcarán el futuro más inmediato de la política española. La formación de los ayuntamientos marca el calendario y Sánchez se verá forzado a enseñar ya sus cartas y revelar su política de alianzas. Debe optar entre lo peor y lo menos malo. ¿Se coaligará con Podemos y el PNV para formar gobierno? ¿Recurrirá, otra vez, al secesionismo catalán para gobernar? ¿Cambiará de estrategia y pactará con Ciudadanos un gobierno sólido y solvente sin hipotecas indeseadas? ¿Intentará gobernar en soledad suscribiendo pactos puntuales? Todas las opciones están abiertas y Sánchez ha demostrado ser imprevisible. Si opta por pactar un gobierno con el apoyo de Podemos y los nacionalistas ello podría significar el fin del pacto constitucional que dio lugar al llamado régimen del 1978. En efecto, ni Pablo Iglesias ni los nacionalistas, aún los más moderados, tienen a nuestra Constitución como referente político. Más bien al contrario, pretenden abolirla o neutralizarla cuando menos. Sea como fuere Sánchez está obligado a jugar sus cartas ya que la suerte está echada.
Alea iacta est. Es la frase atribuida a Julio César cuando tras cruzar el río Rubicón afirmó que solo le quedaba la opción de ir hasta el final. Hasta el final del sistema republicano romano. César optó por la huida hacia delante y triunfó frente a Pompeyo, pero ello supuso el final de la república romana y el inicio del imperio cesarista. Pedro Sánchez no ha cruzado todavía el Rubicón, pero todo indica que se lo está pensando. Lejos de mí el establecer un paralelismo entre Pedro Sánchez y Julio César pero, a veces, la tragedia histórica se repite en forma comedia. No lo digo yo, lo decía Carlos Marx cuando denunció la deriva cesarista de la república francesa con ocasión del 18 Brumario.
Sánchez puede tener la tentación de mirar a su izquierda y embarcarse con Podemos en una aventura ‘transformadora’ de España, que se asemejaría a una suerte de periodo constituyente, en el que se trataría de colmar algunas de las expectativas del secesionismo catalán y establecer políticas de fuerte contenido social. Esta opción que se podría a calificar de ‘izquierdista’, estaría en sintonía con la mitografía del Frente Popular que precedió a la guerra civil, pero supondría toda una extravagancia política en la Europa de 2020. No parece que sea el camino adecuado para una correcta refundación de la socialdemocracia que Sánchez pretende liderar en Europa.
Podemos y su líder han salido trasquilados de la última contienda electoral e Iglesias estaría muy dispuesto a venderse por un plato de lentejas en forma de cartera ministerial. Sin embargo, su debilidad y frágil impedimenta no le hacen un socio ideal para formar gobierno por lo que, tal vez, Sánchez reconsidere la posibilidad de pactar con Ciudadanos. Sería una buena opción que iría en la dirección correcta para formar un gobierno cabal y ambicioso. Los mutuos anatemas proferidos pueden ser cosa del pasado si por encima de sus personales inquinas prima el patriotismo e intentan acercar posturas.
Ciudadanos es un partido en alza, pero ha defraudado sus expectativas, tal vez, por excesivamente ambiciosas. No ha logrado el sorpasso al PP, pero no puede dedicar los próximos cuatro años a volverlo a intentar. Es hora ya de que se moje en tareas de gobierno, dejando atrás su adolescencia política. Ciudadanos nunca debió establecer líneas rojas con el PSOE y todavía se encuentra en disposición de poder simultanear sus alianzas tanto con el PP como con el PSOE. Formar parte del ejecutivo de España le proporcionaría la oportunidad de implantarse en toda España y crecer como partido.
Las ventajas de un gobierno de coalición entre Ciudadanos y PSOE no son pocas y procurarían una estabilidad política que España necesita ante todo. Ambos partidos son reformistas e incluso podrían liderar una reforma constitucional federalizante, avanzando el final del litigio territorial español. España necesita modernizarse y avanzar hasta situarse en los puestos de cabeza de Europa. Necesita reformas, siempre aplazadas, y nuevos impulsos que corrijan el estado calamitoso de nuestro sistema educativo. Son, todas ellas, necesidades acuciantes que requieren un marco político estable y un esfuerzo sostenido.
Alea iacta est. La suerte está echada, pero no solo para Sánchez. También Rivera se encuentra en una encrucijada. Puede seguir retozando en política como un adolescente diletante o puede contribuir a la mejor gobernanza de España. La fortuna no suele reincidir llamando dos veces a la puerta; además, es hora de elegir entre el pájaro en mano y el ciento volando. Ciudadanos no nació para reformular la derecha española, nació para dinamizar nuestra democracia y reformarla.