EL CONFIDENCIAL 19/05/15
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS
· El artículo publicado por Miriam González, lejos de quedarse en una mera anécdota, es el síntoma de un diagnóstico compartido internacionalmente
La esposa del dimitido exlíder de los liberales demócratas británicos, la española Miriam González, protagonizó ayer un episodio inédito. Arremetió con virulencia contra Sáenz de Santamaría y el PP desde el diario El País. En un artículo titulado “El PP y el centro”, la consorte de Nick Clegg, vice primer ministro con Cameron la anterior legislatura, confiesa haberse sentido “sorprendida” por la utilización de la victoria de los tories por el PP.
Tras declararse próxima por lazos familiares con el Partido Popular, escribe que la vicepresidenta del Gobierno ha esgrimido el “argumento del miedo” para intentar ganar las elecciones: miedo a la desestabilización económica. Indignada, la señora Clegg arguye que a los populismos –citando expresamente a Podemos– se les vence no con el miedo, sino con “el sentido común”.
Y dando un paso más allá, Miriam González considera que, pese a la mejora económica española, “no conozco ningún otro partido –en referencia al PP– que considere que con una economía con un paro general por encima del 20% y un paro juvenil por encima del 50% pueda ser argumento definitivo para lograr una victoria en una campaña electoral.”
Lanzada, la señora Clegg le recuerda a Sáenz de Santamaría que, aunque la economía española estuviese como la británica, “lo que se olvida el PP es que Cameron ha presidido un Gobierno de coalición en el que no ha habido corrupción.” Y añade que “nada de lo que un partido político británico pudiera hacer se asemeja, ni por asomo, a la corrupción que ha invadido una gran parte de la política española. España –sostiene– no sólo tiene una crisis económica; tiene una crisis política. Y es una crisis de envergadura.”
Y aquí viene el bombazo de Miriam González: “El que un partido piense que puede utilizar una recuperación económica parcial para seguir sin atajar la crisis de valores que azota al sistema político español denota la radical falta de conexión entre la clase política y los ciudadanos. Es esa falta de conexión lo que explica que al PP le surjan alternativas como Ciudadanos”.
Resulta extraño, por falta de precedentes, que una abogada reputada como la esposa del hasta hace poco ex vice primer ministro británico, española por más señas, lance un ataque tan cerrado al partido del Gobierno español a seis días de unas elecciones tan cruciales como las del domingo. Aunque el alegato de la señora Clegg tiene una explicación: la torpeza de la vicepresidenta al comparar la situación británica con la española, suponiendo que, si allí fallaron las encuestas, aquí también podría suceder lo mismo y que ganase de largo el PP en las municipales y autonómicas.
El artículo no es una iniciativa aislada y personal suya, sino todo un aviso desde Londres a Madrid para mostrar su malestar con las frivolidades del Gobierno
Que la “sonrisa británica de la señora vicepresidenta” (título del artículo que publiqué aquí el pasado 9 de mayo sobre este asunto), fue excesiva e inoportuna, resultaba evidente. No lo era tanto que la comparación enfadase así a los británicos. Les ha molestado –y mucho– que el PP se compare con la coalición entre el partido conservador y los liberales demócratas, que se han esmerado especialmente en extirpar cualquier clase de corrupción en sus filas, frente a la actitud huidiza del PP.
El artículo de Miriam González no es una iniciativa aislada, personal y libérrima suya, sino todo un aviso desde Londres a Madrid para –por vía oficiosa– mostrar su malestar con las frivolidades del Gobierno de Rajoy. Porque si odiosas son todas las comparaciones, los británicos son especialmente sensibles a las más burdas.
De ahí que la señora Clegg se haya limitado –y no es poco– a señalar los dos grandes obstáculos que se le plantean al PP en estas elecciones: la economía ha mejorado, pero no tanto como para merecer una victoria electoral, y la corrupción que lo ha infestado lo desconecta de forma “radical” con los ciudadanos.
Si bien es duro que desde fuera –por muy española que sea la señora Clegg– afeen la conducta al Gobierno y a su partido, consuela pensar que el alegato que viene de Londres no es muy distinto del que en España se mantiene contra el PP y el Ejecutivo y al que Rajoy ha sido y sigue siendo impermeable.
Tengan por seguro que el artículo de la consorte de Nick Clegg, ayer en El País, no es una anécdota. Es el síntoma de un diagnóstico compartido internacionalmente. Y de un importante cabreo británico. Definitivamente, la vicepresidenta no vale para los temas de comunicación.