FUNDACIÓN PARA LA LIBERTAD 19/02/14 · EDUARDO (TEO) URIARTE
· En general los empresarios españoles, y entre ellos incluyo a vascos y catalanes, poco quieren saber de política y menos influir públicamente en ella, contentándose con aproximarse al poder a través de relaciones económicas que acaban en muchos casos en personales. Quizás este comportamiento ajeno a la política forme parte del ADN del empresariado español desde el franquismo, que recomendaba no meterse en política pero si elogiar al dictador. Fenómeno que ya tenía su precedente en la manifiesta debilidad de la burguesía española en el siglo XIX como mostrara Vicens Vives. Por eso salir en público una corporación empresarial a ofrecer su criterio político sobre las decisiones del poder resulta sorprendente.
Históricamente este “pasotismo” de nuestra burguesía ante la política lo solventaba, en todo caso cuando la situación era insostenible, delegando la solución en un espadón y aplaudiendo las acciones violentas de éste. La supeditación de los poderes económicos al político roza en España el servilismo. Opinarán sobre tarifas, impuestos, medidas de promoción de sus actividades, pero del marco político, de su estabilidad, que es lo que permite su actividad e incluso existencia, se cuidarán mucho de opinar. Lo más a lo que acceden nuestras corporaciones patronales es a negarse a apoyar una opción que lo requiere públicamente, como ha sido el caso reciente de las patronales catalanas ante el soporte que Mas les ha solicitado. Negativa que evita entrar en la cuestión, utilizando como divagación la reclamación de un dialogo entre el independentismo y el poder central, como si fuera éste posible y como si ambos fueran responsables de la tragedia que una parte ha promovido.
Tenían que ser empresarios foráneos afincados en Cataluña, en su mayoría alemanes, los que hayan aparecido de una manera colectiva denunciando la grave situación que se padecería en dicha comunidad si se prosigue con la actual dinámica secesionista promovida por el poder político. Algo sorprendente cuando se puede contar con los dedos de una mano los empresarios españoles que hayan hecho similar reflexión, presos como están de los grilletes ideológicos de no meterse públicamente en política. No es casualidad que hayan sido alemanes los que han dado este singular paso en Cataluña pues saben por experiencia lo que suponen las aventuras políticas y las trágicas consecuencias que conllevan. Por lo que no pueden seguir callados.
Me dirán que su experiencia es muy cercana, apenas una década que desapareciera el muro de Berlín, última consecuencia de la aventura nazi. Pero para tener experiencia, cosa que aquí no la hay, es necesario una actitud que aquí se ha rechazado. Pueden argumentarme que aquí se intenta tener experiencia mediante ese artilugio cargado por el diablo llamado memoria histórica. Sin embargo, hay que temerse que la experiencia que busca la memoria histórica no sea para solventar los problemas en sentido positivo sino para retrotraernos a la situación que dio origen al problema, para intentar con esa memoria sesgada intentar ganar, incluso, la guerra civil muchos años después. La experiencia del pueblo alemán se dirige a favorecer la convivencia tras barbaridades como el holocausto, no a reproducirlas, porque tiene sentimiento de culpa. Esa es la diferencia.
Para tener la capacidad de evitar los errores del pasado hace falta no sólo responsabilidad política, sino que ésta se ejecute desde un cierto poso trágico impelida por un sentimiento de culpa. Es la culpa, idea sustentada por Reyes Mate, la cicatriz que recuerda a cada alemán, tras los procesos al nazismo de los años cincuenta realizados por sus propios jueces, lo que impele no sólo a responsabilidad sino a concluir con determinación soluciones que eviten los errores del pasado. La culpa como huella presente que obliga a la responsabilidad.
Aquí, donde se evita la culpa de crímenes políticos recientes como los de ETA, no surgirá la determinación que nos conduzca a la responsabilidad. No existe culpa de unos y otros por haber conducido a la II República hasta una guerra civil, sino incluso la imposibilidad de que exista el menor sentimiento de culpa por los asesinatos de ETA y la culpa por la indiferencia exhibida por la sociedad vasca ante la muerte de inocentes. Inexistencia de culpa que favorece escandalosamente la aceptación de los otrora los colaboradores de ETA en el espacio político por el resto de los partidos. La inexistencia de culpa nos conduce a la irresponsabilidad y a la renovación de pasados desastres.
Por eso mi primera reflexión era sobre el hecho de que tenían que ser empresarios alemanes los que han denunciado sin tapujos, superando la rutina de abstención política de nuestro empresariado, los que han tenido que decir las cosas claras. Comportamientos de esta naturaleza es lo que permite apreciar la razón del por qué en Alemania hoy existe una gran coalición reclamada por la sociedad alemana, expresión de un sentido político que sólo puede ser entendido por la responsabilidad surgida del sentimiento de culpa por los errores del pasado. Aquí los errores los comete los de enfrente, lo que hace posible no sólo el disparate, sino que éste sea la enésima repetición del disparate pasado.
Eduardo Uriarte Romero
FUNDACIÓN PARA LA LIBERTAD 19/02/14 · EDUARDO (TEO) URIARTE