Nacho Cardero-El Confidencial
De los más de 1,8 billones de ayudas de Estado a empresas que la CE ha autorizado a los miembros tras la pandemia, casi el 60% corresponde a un solo país. ¿Adivinan cuál? Sí, Alemania
De los más de 1,8 billones de ayudas de Estado a empresas que la Comisión Europea ha autorizado a los países miembros de la UE tras la pandemia, casi el 60% corresponde a un solo país. ¿Adivinan cuál? Efectivamente, Alemania. Las empresas germanas saldrán ‘superdopadas’ de la crisis del coronavirus. Al contrario que las españolas. Basta observar la evolución del Dax frente al Ibex para deducir lo que viene. Clembuterol para Alemania, placebo para España.
No es tanto el montante de las ayudas públicas autorizadas a las grandes empresas como el espacio fiscal del que dispone el país germano para poder concederlas. España está muy lejos de un esquema parecido (ver gráfico inferior). Aquí, las empresas dan mucho y reciben poco.
Es el partido mollar que se disputa actualmente en Europa entre los países del norte y del sur. Al igual que en el fútbol —un deporte que inventaron los ingleses, juegan 11 contra 11 y siempre gana Alemania—, en esta ocasión, también parece haber un claro vencedor.
Se puede dar la paradoja de que, una vez escampe la pandemia, podríamos tener miles de empresas alemanas no viables económicamente que habrían sobrevivido gracias a las ayudas públicas, mientras otras muchas compañías españolas o italianas, que sí gozaban de buena salud, habrán muerto de inanición por el camino. Merkel no lo oculta. Sin complejos. Va a por todas.
Este mismo martes, el consejero delegado de Banco Santander, José Antonio Álvarez, comentaba que los 40.000 millones en avales del ICO se habían quedado cortos y animaba al Ejecutivo a desbloquear nuevos tramos. Por el retrovisor miraba a Alemania, que ha levantado un Fondo de Estabilización para la Economía dotado de 600.000 millones de euros.
Según el ‘Süddeutsche Zeitung’, de esta partida saldrán créditos blandos para casi 16.000 empresas, entre las que destacan grandes firmas como TUI y Lufthansa.
TUI es el turoperador más grande del mundo. Mientras el Estado acude en su rescate, Thomas Bareiss, comisionado de Turismo del Gobierno germano, extiende la especie de que no habrá sol y playa para sus compatriotas teutones este año en nuestro país: “Es más que improbable que se reanuden con celeridad los viajes turísticos a España, Grecia o Turquía”.
El turismo supone casi el 13% del PIB de España. En algunas comunidades como Baleares y Canarias, estigmatizadas pero poco afectadas por el covid-19, este porcentaje se eleva al 45 y el 35%, respectivamente. El agujero será de unas dimensiones jamás antes conocidas.
La compañía área Lufthansa es otra de las que negocian un préstamo con el Instituto de Crédito para la Reconstrucción (KfW, por sus siglas alemanas). Lo mismo que Iberia.
¿Cuál es el futuro poscovid de Inditex, El Corte Inglés o Globalia frente a compañías alemanas dopadas con ayudas estatales?
Pero Iberia es solo una gota en el océano. ¿Qué sucede con otras aerolíneas como Air Europa, en proceso de absorción? ¿O con empresas como Inditex, que se ha visto obligada a cerrar sus tiendas y transformar sus instalaciones en fábricas improvisadas de batas y mascarillas? ¿O El Corte Inglés, con más de 90.000 trabajadores y un negocio marcadamente analógico?
¿Cuál es el futuro poscovid que espera a estas firmas señeras españolas en comparación con otras europeas, que han recibido su particular inyección estatal de anabolizantes?
La pandemia y el estado de alarma arrasan el mercado laboral español, como constata la EPA, y los registradores anticipan una avalancha de concursos de acreedores. Con riesgo, además, de que todo ello desemboque en una crisis bancaria. Si el Estado no tiene músculo suficiente para conceder garantías a las empresas que así lo demandan, el fantasma de la mora resurgirá con fuerza y contaminará las cuentas bancarias.
El mundo entra en otra fase. “Llega la era del capitalismo de Estado”, escribíamos el sábado en El Confidencial. “Coronavirus means the era of Big Government is… back”, decía ‘The Wall Street Journal’ en su edición del domingo. El mundo entra en otra fase y Merkel, consciente de que a graves problemas, grandes Estados, se ha puesto al frente de la manifestación.
Mientras la canciller alemana disputa la liga de campeones junto a los ‘big players’, otras selecciones, como las de Pedro Sánchez y Giuseppe Conte, se encuentran a un tris de descender a segunda división.
La distancia entre el norte y el sur se agranda. Recesión tras recesión, las desigualdades se convierten en insalvables. El mercado único pende de un hilo. En palabras del equipo editorial de Bloomberg, “el coronavirus ha terminado por llevar Europa a la irrelevancia”.
Antes de que Christine Lagarde terminara su intervención, las palabras de la presidenta del BCE ya se podían leer en ‘Financial Times’
Se vio en el último Consejo Europeo. Los primeros ministros no llegaron al aprobado en su máster ‘online’ para líderes europeos. Antes de que Christine Lagarde terminara su intervención, las palabras de la presidenta del Banco Central Europeo (BCE) ya se podían leer en internet en ‘Financial Times’.
No era una videoconferencia. Lo del Consejo Europeo de la pasada semana más bien fue un queso gruyer. Con los 27 jefes de Gobierno de la UE y una nutrida representación de la Comisión y del Parlamento conectados en ‘streaming’, micrófonos abiertos, móviles encendidos, las filtraciones se sucedían en tiempo real. La desconfianza se adueñó de la reunión. Andaban como pato sin cabeza, perdidos en la traducción. Los ‘frugales’ del norte, con Alemania a la cabeza, y los ‘manirrotos’ del sur.
Por culpa de las filtraciones, los países taparon sus cartas negociadoras para el fondo de reconstrucción poscovid, apenas llegaron a un acuerdo de mínimos —el ya alcanzado por el Eurogrupo el 9 de abril, con un paquete que movilizaría medio billón de euros entre garantías paneuropeas del BEI, programa de ayuda al empleo y línea de liquidez para afrontar los costes sanitarios por parte del MEDE— y fiaron la búsqueda de una solución a las conversaciones privadas, ‘one to one’, que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, mantiene desde entonces con los primeros ministros de la UE.
La sensación que quedó de ese Consejo Europeo fue que este otro partido, el del fondo de reconstrucción, como casi todos los que se disputan en el estadio de Bruselas, también lo van a ganar los alemanes. Lo anticipaba Wolfgang Munchau, editor asociado de FT, en un tuit: “Italia y España, derrotadas. El plan de recuperación será el de la versión alemana: un aumento temporal del presupuesto comunitario a través de garantías, apalancadas y desembolsadas como préstamos. La UE no hace macro. Solo créditos”.
Adiós a la idea española de dotar el fondo de reconstrucción con 1,5 billones, financiado con emisión de deuda perpetua con el respaldo de los presupuestos comunitarios que pueda auxiliar a los Estados miembros con subvenciones. La solidaridad de los países del norte acaba en los 500.000 millones del Eurogrupo.
El billón restante hasta los 1,5 se vehiculará a través de préstamos. Alemania, Holanda y Austria, entre otros, no quieren subvencionar ‘gratis et amore’ los costes derivados de la mala gestión de la crisis por Pedro Sánchez, ni tampoco el escudo social o la renta mínima de Pablo Iglesias. España no está entre los ‘apestados’ del grupo, distinción que recae en Italia, pero tampoco entre los ‘guapos’, que así se dirigen en la actualidad a Portugal y Grecia. A los españoles se nos conoce ahora, básicamente, por ser los amigos de Macron.