- Alemania se ha visto sacudida por una guerra que ha roto sus esquemas mentales sobre Rusia, sobre su propia política de defensa y sobre su acción exterior.
Tal y como se rumoreaba desde hace días, la ministra de Defensa alemana ha dimitido.
Christine Lambrecht era percibida como una política sin liderazgo ni ideas para gestionar los retos que deben afrontar las fuerzas armadas alemanas a raíz del «cambio de época» del que hablaba el canciller Olaf Scholz en febrero de 2022.
Su salida del gobierno tripartito de coalición es personal, sí. Pero apunta a problemas más profundos en la política de defensa alemana.
Su dimisión llega en un momento delicado, a días de la próxima reunión en Rammstein de la coalición de apoyo a Ucrania. Resulta evidente lo inoportuno de un traspaso de poderes a pocas horas del encuentro.
Sin embargo, su continuidad podría haber lastrado aún más la debilitada posición alemana, que parece seguir siempre a regañadientes la de socios y aliados.
Como el comunicado oficial de su dimisión explicaba, Lambrecht ha sido objeto de continuados ataques. Pero la alusión a la obsesión de la prensa con ella, en buena medida justificada, no es más que una forma poco elegante de traspasar la culpa a terceros.
Su mensaje de Nochevieja, en un Berlín entregado a los fuegos artificiales y la pirotecnia típicos de esa noche en Alemania, fue visto como una performance patética para escenificar (quizá sin querer) algo así como un frente de guerra.
This is so unbearably tone-deaf. “There is war in Europe” – so I am standing in the middle of new year’s fireworks going off. Boom.
“There is war in Europe … for me this meant meeting some great people”.
Have they lost their mind in Berlin? pic.twitter.com/mkjxJwhgPx
— Ulrike Franke (@RikeFranke) January 1, 2023
Su mensaje, en el que decía que la guerra de Ucrania le ha marcado con «sensaciones especiales» y le ha permitido conocer gente «muy interesante», fue grotesco. El vídeo de su mensaje parecía querer representar el estado de la política alemana. Fue el cierre a un año malo.
El SPD se ha visto sacudido por una agresión que ha roto sus esquemas mentales sobre a Rusia, sobre su propia política de defensa y sobre la acción exterior alemana. Los socialistas alemanes parecen empequeñecidos, incómodos, en opinión de amigos y adversarios. De ellos se pedía ahora un liderazgo histórico.
Quizá la exministra aspiraba a continuar (fue miembro de gobierno de la gran coalición con Angela Merkel) en la grisura respecto a la crisis en Europa Oriental típica de los mandatos de sus antecesoras Kramp-Karrenbauer y Von der Leyen.
El «cambio de época» demandaba otra política. Pero puede que el problema no sea sólo Lambrecht. Lo apuntaban los analistas Christian Villanueva y Beatriz Cózar en la revista Ejércitos. Estados Unidos, Reino Unido y los países del centro y el este de Europa tienen claros cuáles son sus objetivos estratégicos en esta guerra por delegación que tiene lugar en Ucrania. No así Alemania.
Con todo, Berlín es ya el segundo donante de ayuda militar y humanitaria a Ucrania. Una contradicción entre los hechos y el estado del debate. La falta de liderazgo alemana ha sido tal que, pese a que otros países, como Francia, han dado una ayuda a Ucrania aún menor, y defendido argumentos que chocan aún más con los de los aliados del este, las críticas arrecian sobre Alemania.
El cambio de época ha trastocado todos los esquemas. Al «desconcierto estratégico» en los pasillos de Berlín se suman las dificultades de virar una nave burocrática inmensa. Un entramado administrativo enorme, garantista, de largos procesos y en el que participan varios actores con sus propias lógicas e incentivos: la tríada gubernamental compuesta por la Cancillería, el Ministerio de Defensa y el de Asuntos Exteriores.
En este último aparece el liderazgo competitivo, en directa colisión con los anteriores (por razones partidistas, pero también competenciales), de la ministra ecologista Annalena Baerbock. Baerbock impulsa una agenda más ambiciosa y decidida en apoyo de Ucrania aprovechando la opinión más favorable de su electorado y los valores e intereses a defender.
Cosas ver(e)des.
«Alemania ha sido contribuyente neto al fallo de la disuasión europea»
A esta tríada hay que añadir el Parlamento, un actor con mucho peso en la política de defensa, a diferencia de lo que ocurre en otros países.
Pero la percibida como todopoderosa industria militar parece incapaz de soportar el ritmo y el peso de la guerra. Igual que las Fuerzas Armadas (el Bundeswehr), que están en un calamitoso estado.
El difícil encaje de las ruedas de este engranaje explica los problemas en la transferencia de equipos a otros países. O lo dilatado de los tiempos necesarios para dar luz verde al envío de carros de combate, por ejemplo.
Este problema liga con la situación de la política militar y la propia comprensión del Bundeswehr tras años de «dividendos de paz» que hipotecaron a la organización.
El fondo especial de 100.000 millones de euros habilitado para la ocasión tiene dos problemas. El primero, paradójicamente, es que es demasiado grande para ser ejecutado en apenas unos meses.
El segundo, que parece ser del todo insuficiente. Algunos estudios señalan que las Fuerzas Armadas necesitarían tres veces más fondos para modernizarse.
«Lambrecht es producto circunstancial y no la causa de fondo. O quizá su defenestración política sea de verdad reflejo de un cambio de época»
Cifras astronómicas para una tradición de Idealpolitik arraigada desde la década de los 90 del siglo pasado. El giro que el cambio de época exige no afecta sólo a una política en particular, sino a la visión alemana de la política internacional y de las relaciones con sus vecinos. La Ostpolitik ha sucumbido a una rusofilia sentimental, en palabras del politólogo Dmitri Stratievski, lo que ha debilitado su posición.
Y esa es una visión incluso amable. Opiniones como las del exgeneral Erich Vad (quien fue asesor militar de Angela Merkel durante siete años) en la revista feminista Emma hace unos días evidencian por qué Alemania ha sido contribuyente neto al fallo de la disuasión europea.
Todos estos problemas convergen en torno a un país que renunció a pensar en términos estratégicos. Un problema similar al de otros países.
Por eso es interesante su caso y el debate sobre la defensa. Lambrecht es producto circunstancial y no la causa de fondo. O, quizá, su defenestración política sea de verdad reflejo de un cambio de época. De una nueva era que obliga a dimitir a ministros alemanes por su incapacidad para sacar adelante políticas y no porque hayan plagiado su tesis doctoral.
*** Alberto Bueno es investigador postdoctoral en la Universidad de Granada y profesor adjunto en la Universidad de Leipzig.