IGNACIO RUIZ-QUINTANO-ABC
- De la mentira política sale el neolenguaje de la Nueva España que los juristas de Feijóo llaman «España Compuesta», y los de Sánchez, «España Multinivel»
El pánico no brota del alarmismo, sino que es el alarmismo el que brota del pánico. Y ante una prensa que se arroga las funciones de los gansos capitolinos, Sloterdijk pregunta: «¿Es el ganso que alerta de los moros el que decide qué es un moro?». El extremo alarmismo madrileño (‘l’alarme pour l’alarme!’) de Ayuso y Almeida por lluvias (‘Alerta Presidencial’, fue el rechino telefónico en pleno territorio de «comunismo o libertad»), puro alarmismo 2030, quedó en gatillazo (los monzones sólo han conseguido –no es poco– que en la capital los viejarras vuelvan a vestir pantalones largos), y la cómica sobreactuación del alcalde recordaba a lo de Popper con la historia del niño que grita siempre «¡que viene el lobo!»:
–Eso no es un cuento moral sobre la obligación de no decir mentiras [imposible se lo pondrían a Almeida], sino la historia del nacimiento del lenguaje, que nace de gritar siempre en broma «¡que viene el lobo!» siendo mentira. Así surge el problema de la verdad, y con él, la representación.
De la mentira política sale ese neolenguaje sobre la Nueva España que los juristas de Feijóo llaman «España Compuesta», y los de Sánchez, «España Multinivel», y que pasan, las dos, por cortejar al noble Puigdemont en su guarida, con Urkullu de ‘olentzero’ ofreciendo hoy la Federación y mañana la Confederación, pues no está, el hombre, para distinguirlas. Urkullu no dio con dos obreros fallecidos en el vertedero de Zaldíbar, pero te saca diecisiete naciones, si hacen falta, de la Constitución del 78, concebida también como vertedero, aunque ideológico, cosa que algunos ya advirtieron en su día, cuando el mantra ‘de la ley a la ley’, burro de Troya en una Constitución que no separa los poderes y que promueve la destrucción del sujeto constituyente.
De un cronista del 78, donde no todo eran Pregos: «Esta es la primera Constitución, después de otras nueve, que es un trato de ‘fulanos [aquí, el nombre de una etnia que la corrección política impide hoy nombrar] señoritos’, cada uno con sus ideas relucientes, y la operación ha consistido en meter cada cual lo que ha podido (…) Todo esto batido es como ‘la Constitución punk’. La primera Constitución que puede ser interpretada por cristianos, herejes, cismáticos, mormones, anabaptistas, mamelucos, maurrasianos, marxistas, maurrasianos y fascistas, y cada uno de ellos podrá gobernar ‘constitucionalmente’. Por primera vez la Constitución, que establece ‘nacionalidades’, no permite la federación con otras, para evitar que Galicia se federe con Andalucía, como aconteció en ‘La Hermana San Sulpicio’, y que Cataluña se federe con Extremadura para limitar al Norte con Francia y al Oeste con Portugal».
Ahora que por la senda constitucional se nos vienen francamente encima al menos diecisiete castas (dos de ellas destinadas a chulear a las otras quince), apelar a la Constitución vale lo que una ‘Alerta Presidencial’ de Ayuso con ‘Ay ho’ de Almeida.