Se vista como se vista, el poner obstáculos para acceder a puestos de calidad por razón de idioma, es una de las discriminaciones sociales más serias que puede sufrir un ciudadano sin recursos.
Me ha sorprendido muchísimo el artículo del director de HABE publicado el otro día (EL CORREO, 26-7-2008). No esperaba una reacción así de una persona que las veces que he estado con él ha sido de hablar tranquilo y afable. Parece que el régimen se pone nervioso y toca a rebato apretando las tuercas a sus funcionarios más públicos.
So capa de criticar el artículo ‘La guerra de los alfabetos’ (EL CORREO, 10-7-2008), lo que en realidad intenta es exclusivamente un ataque personal. Yo no lo voy a hacer. Aquí nos conocemos todos. Pero sí voy a responder a sus críticas. Joseba Erkizia sí que ha leído el artículo, pero al parecer no lo ha entendido. O puede ser, también, que no me sepa explicar con corrección; voy a intentarlo de nuevo.
No es que yo esté a favor de la guerra de comunidades lingüísticas, sino que me declaro totalmente en contra de tal planteamiento. Y respecto a la convivencia añado: las convivencias forzadas no me interesan, quiero convivencia en libertad.
Soy, y me siento muy orgulloso por ello, presidente de la Fundación Aurten Bai, una de las instituciones más importantes de Bizkaia en el ámbito de la enseñanza del euskera a adultos. Los miles de alumnos que han pasado por las aulas del barnetegi de Amorebieta podrán confirmarlo
A Joseba no le tengo que explicar que he sido y soy firme defensor de las políticas de fomento del euskera y, como él reconoce, conozco necesariamente las políticas lingüísticas del Gobierno vasco. Y porque las conozco, cuando hablo sé de qué estoy hablando. No podrá aportar ninguna afirmación mía que diga que reniego de las medidas de fomento del uso del euskera. Es más, en multitud de ocasiones he reivindicado, y reivindico, más recursos en esta labor. En concreto, en la labor de los euskaltegis para la enseñanza a adultos he criticado, creo que desde siempre, la tacañería del Gobierno a la hora de dotar de recursos económicos al sector, incluida una comparecencia en la Comisión de Cultura y Educación del Parlamento. Es verdad que los tres últimos años se ha mejorado sensiblemente este aspecto, pero seguimos estando por debajo de la financiación a un colegio concertado de primaria, por ejemplo. Sería conveniente y necesario un debate tranquilo sobre los recursos utilizados porque hay un desconocimiento interesado generalizado, pero no es éste el motivo del artículo.
Me equipara con el PP intentando con ello verter un insulto de grado máximo, añadiendo que soy antinacionalista. Él sabe que a mí del PP me separan muchas cosas. Pero si me quiere insultar diciendo que soy del PP debo responderle: yo del PP no soy, pero se puede ser vasco honrado siendo del PP e incluso apoyar el euskera. Si quiere insultar hágalo con propiedad y mire en el acervo castellano, que le proveerá de muy variados exabruptos útiles (bueno, ya sabemos que en euskera no hay).
No sé como explicarle que una cosa es estar a favor del fomento del euskera y otra cosa muy diferente estar en contra de las medidas que discriminan la igualdad de oportunidades de los vascos. Es más, en el artículo aludido manifestaba, y sigo afirmando lo mismo hoy, que yo estoy en contra de algunas medidas de la política lingüística del Gobierno, precisamente porque no fomentan el euskera y sí en cambio discriminan. Debo recordarle que la ley básica se denomina ‘normalización del uso del euskera’. Alguna razón debo de tener en lo que digo porque después de treinta años, si bien hemos incrementado de forma sensible el nivel y número de los que tienen conocimiento del euskera, su uso real sigue siendo, en opinión unánime, una asignatura que no conseguimos superar.
Le voy a dar un par de ejemplos. Cuando la necesidad me obliga a ello y acudo a la Hacienda foral, me encuentro con un gran local en el que, junto a las maquinitas expendedoras de tickets, están unos 15 funcionarios atendiendo. Nadie duda, yo al menos no, de que es conveniente que estos funcionarios sean bilingües y puedan atender indistintamente en euskera o castellano. Pero mirando la plantilla veo que el Departamento de Hacienda de Bizkaia tiene 1.000 funcionarios. El 99,5% de los ciudadanos vizcaínos nunca van a hablar con esos funcionarios que trabajan detrás de puertas que los ciudadanos normales no podemos traspasar. Nunca vamos a hablar con ellos, al menos en su función de funcionarios públicos.
El que estos funcionarios hablen inglés o portugués, si hacen de forma eficiente su trabajo, nos da igual, no incide en el fomento del uso social del euskera. Alguno me responderá: pero es que estamos euskaldunizando la Administración. ¡Ah!, vale. Pero eso no es fomentar el uso del euskera en la población de vizcaínos. Es euskaldunizar la Administración pública, que es cosa muy diferente.
El tiempo real que un ciudadano, a lo largo de toda su vida, habla con un especialista, pongamos cardiovascular, no sobrepasa las tres horas. Aunque lo ideal es no tener que hablar nunca con él, si realmente tengo necesidad de acudir a alguno, mi prioridad es que sea un muy buen médico, aunque hable alemán. La incidencia del idioma de este médico en el uso efectivo del euskera entre sus pacientes es insignificante.
Si el director de HABE quiere el fomento del euskera, y no otras cosas, ya sabe dónde encontrarme. Pero para que tenga claro le digo que para mí el fomento del euskera debe ser sembrado en el campo de la libertad. Y, más, el otro gran valor democrático, la igualdad, debe ser mantenida. Sigue siendo verdad aquella afirmación marxista de que lo único que tiene el proletario es su fuerza de trabajo.
En nuestras sociedades, salvo los tocados por la gracia de la fortuna, nuestro único bien es la posibilidad de acceder a un puesto de trabajo. El poder acceder y lograr un puesto de trabajo es lo que nos garantiza, a la mayoría, el tener familia, tener casa, ocio, etcétera.
Se vista como se vista, el poner obstáculos para acceder a puestos de calidad por razón de idioma, es una de las discriminaciones sociales más serias que puede sufrir un ciudadano sin recursos.
Joseba, que es más o menos de mi edad, ha conocido la dictadura. Los dos sabemos qué significa que el poder político te impida el uso normal del idioma de tu elección. Los dos hemos conocido la creación de las ikastolas desde la semiclandestinidad o las clases de euskera a adultos sin ningún apoyo. Los dos conocemos qué es ser discriminados por razón de lengua porque en la dictadura lo hemos vivido. Pero yo hoy me niego a pasar de víctima a verdugo y discriminar a otros porque les guste más el castellano.
Andoni Unzalu, EL CORREO, 4/8/2008