Luis Ventoso-ABC

Edimburgo nos roba… ¡autodeterminación!

Los 22.920 paisanos de las Islas Shetland, allá arriba en su archipiélago verde y ventoso del Atlántico Norte, son muy suyos. Anclados a 1.237 kilómetros de Londres y a 563 de Edimburgo, los shetlandeses van sobrados de hecho diferencial, aunque forman parte de Escocia. Por tener, hasta tenían un cerdo propio, un cruce imponente del puerco común y el jabalí. Por desgracia aquella bestia ancestral se extinguió en 1930. Pero para consolarnos todavía contamos con el pony de Shetland, el perro pastor de raza Shetland, y el pato, el ganso, la oveja y la vaca shetlandeses. Por supuesto existe un idioma local, crisol de antediluvianas voces escandinavas y escocesas, y hasta una federación propia de fútbol, que organiza dos Ligas:  la Premier League (de Shetland, of course) y la Reserve League. El periódico local es «The Shetland Times». La historia de la nación de Setelanda, como llamaban los españoles del Siglo de Oro a estas islas, es antiquísima y enlaza con las sagas vikingas, pueblo que tuvo allí una de las atalayas desde la que se lanzaba al saqueo de Europa.

Políticamente, las Islas pertenecieron a Noruega hasta 1472, cuando un rey noruego empufado las tuvo que empeñar para pagar la dote de su hija en su boda con Jaime III de Escocia. A partir de ahí -¡horror!- los shetlandeses quedaron bajo el yugo de los escoceses, y más tarde, por ende, también del de Londres. Hoy la circunscripción de Shetland forma parte del Parlamento Escocés de Edimburgo. Pero las Islas cuentan con su propio organismo de administración local, el Consejo de Shetland. Son 22 consejeros: un nacionalista escocés del SNP, el partido independentista que manda en Escocia, y los 21 restantes, «independientes» (léase de Shetland hasta las cachas). Y algo se está moviendo, porque ya han dado el primer paso de un épico «procés»: la aprobación en su Consejo, por 18 votos a favor y dos en contra, de leyes de desconexión para que se les conceda un referéndum de autodeterminación.

Shetland, con su apariencia desolada en el medio de la nada atlántica, resulta que goza de recursos. Se beneficia de los yacimientos de petróleo y gas del Mar del Norte, y de hecho cuenta con una enorme terminal. Son la primera potencia británica en pesca de jurel y se han metido también en la acuicultura. Amén, claro, de sus afamados jerseys de lana (de pura oveja identitaria de Shetland). Como a pesar de todo no se ven muy boyantes, se han puesto a pensar y han llegado a una conclusión evidentísima: Edimburgo nos roba. Así que quieren la independencia: «Necesitamos tener las palancas políticas de nuestro destino. Hoy dependemos en un 70% de la financiación del Gobierno escocés y tenemos muy poco control». Damos por descontado que Nicola Sturgeon, la ministra principal separatista de Escocia, que reclama un nuevo referéndum de independencia a Londres casi cada semana, no pondrá la más mínima pega a las «aspiraciones democráticas» de las gentes de Shetland, tan identitarias sin duda como las de Glasgow, Edimburgo y Aberdeen.

A todo esto, este artículo iba de la Diada. Pero se me fue la pinza. O tal vez no.