Gorka Maneiro-Vozpópuli

Como los golpistas catalanes beneficiados por Sánchez, estos también quieren su propia amnistía

¿Te imaginas que, al salir de casa y bajar a la calle, te encontraras con un cartel pegado en la pared con el rostro de un violador de varias chicas del barrio para reivindicar y celebrar sus fechorías y, de paso, pedir su excarcelación inmediata? ¿Te imaginas que una de sus varias víctimas, que vive traumatizada desde entonces, incapaz de superar la agresión que sufrió hace años, fuera tu propia hija? ¿Te imaginas que los responsables de la colocación del cartel del violador formaran parte de una organización legal que contara con el apoyo expreso, no solo de los familiares y amigos del violador cuya figura reivindican, sino con el del gobierno municipal de la localidad o con el de uno de los partidos políticos con representación en el consistorio? ¿Te imaginas que semejante imagen formara parte habitual del paisaje festivo de la localidad donde resides sin que nadie mueva un dedo para retirar la cartelería, localizar a los autores, detenerlos y llevarlos ante la Justicia? En fin, ¿te imaginas que no solo no son retirados los carteles ni detenidos los autores sino que estos viven y se pasean ufanos y orgullosos… por las mismas calles que ya no puede transitar tu difunta hija porque fue asesinada?

Pues algo parecido a lo que narro ocurre habitualmente en algunas localidades del País Vasco, especialmente en verano, sin que nadie tome cartas en el asunto y detenga esta vergüenza. Solo que no son los rostros de violadores los que se reivindican sino que son los de los asesinos de la banda terrorista ETA, esa que ya no existe pero sigue presente en nuestras calles, esa que asesinó a más de ochocientos conciudadanos vascos y españoles, extorsionó a centenares y expulsó a miles del lugar donde vivían. Esos terroristas cuyos representantes políticos gozan de sueldo público y mando en plaza, son considerados por el PSOE como «democráticos y progresistas», negocian con el Gobierno de España las políticas que nos afectan porque son socios preferentes y hasta nos gobiernan en algunos lugares.

Covite ha vuelto a denunciar que la «izquierda abertzale» se apropie de las fiestas y las inunde con su hedor nauseabundo. «¿Hasta cuándo tendremos que soportar esta jactancia pública a favor de ETA?», ha preguntado en alto el colectivo de víctimas del terrorismo, porque semejante atropello a la dignidad de los seres humanos nos concierne a todos, por mucho que muchos no se enteren, otros disimulen y otros lo celebren con su habitual podredumbre ética y política; como antaño, cuando unos disparaban a conciudadanos y la mayoría de la sociedad vasca miraba para otro lado. Covite, presidido por la incansable Consuelo Ordóñez, ha denunciado los casos recientes de Ondarroa, Oiartzun, Villabona, Plentzia o Vitoria, entre otros muchos donde los que fueran servicios auxiliares de la banda son los amos del cotarro.

Según esta chusma, quien ejecuta a conciudadanos por razones políticas no solo no merece ningún castigo sino que merece un homenaje público para agradecer sus crímenes

Ondarroa, municipio gobernado por EH Bildu, incluye en su programa de fiestas la celebración de un día «a favor de la excarcelación» de los presos de ETA, que denominan «Día de la Amnistía«, como aquel que celebra el día de la tortilla de patata con cebolla o el café sin azúcar. Como los golpistas catalanes beneficiados por Sánchez, estos también quieren su propia amnistía, de modo que los miembros de la banda terrorista a la que ayudaron a existir y a perpetuarse en el tiempo salgan cuanto antes a la calle, porque, según esta chusma, quien ejecuta a conciudadanos por razones políticas no solo no merece ningún castigo sino que merece un homenaje público para agradecer sus crímenes. Pero ¿qué se va a esperar de la alcaldesa de Ondarroa, que fue condenada por colaboración con ETA? Por no hablar de los vecinos del pueblo que la votaron, para quienes no tengo otro adjetivo que el de miserables, sin que supongo puedan sentirse ofendidos después de haber insultado a las víctimas de la barbarie. Tanto las pancartas con los rostros de los asesinos de la banda como los homenajes ocurren habitualmente desde hace décadas, pero quien lo denuncia es acusado de enturbiar la convivencia pacífica en la que por fin todos podemos defender nuestras ideas sin que nos amenacen o nos peguen un tiro. Casi tendremos que darles las gracias. Así se las gastan algunos por estos lares, esos que a punto han estado de lograr más votos que ningún otro partido político en las recientes elecciones autonómicas, y, desde luego, muchos más que los partidos donde militaron algunas de sus víctimas, a los que doblan en votos y escaños. Ese era otro de sus objetivos políticos que sí han alcanzado: condicionar y modificar por las bravas la representación política para alcanzar de ese modo más fácilmente sus propósitos finales: la anexión de Navarra y la independencia, objetivos confesos de la mafia etarra.

A poco que imaginemos, es probable que alguno de los amigos o compañeros de aula de quienes asistieron, haya sufrido el zarpazo terrorista directa o indirectamente

Hace unos días pudimos ver, en la Semana Grande de Bilbao, la comparsa proetarra Txoribarrote llena de proclamas a favor de la excarcelación de los presos etarras. Y expresiones violentas de este tipo que suponen un insulto a la sociedad democrática y especialmente a las víctimas del terrorismo son el pan nuestro de cada día. Esta misma semana, durante la celebración de la Semana Grande de San Sebastián, el grupo musical Esne Beltza cantó una canción dedicada a pedir la excarcelación de los presos; no me voy a preguntar si al Ayuntamiento gobernado por el PNV no se le ocurrieron grupos musicales mejores, que quizás es preguntarse demasiado, sino por la multitud que se congregó ante el concierto. Cada cual acude a la expresión supuestamente artística que considere, pero me van a permitir que yo les pregunte cómo es que no se les cayera la cara de vergüenza. A poco que imaginemos, es probable que alguno de los amigos o compañeros de aula de quienes asistieron, haya sufrido el zarpazo terrorista directa o indirectamente. Aunque es probable que ni lo sepan, como no saben ni siquiera qué fue ETA. Y dejadme dar otro dato: hoy día, una de las calles de la Parte Vieja de San Sebastián, donde se refugiaban las juventudes de la banda y adonde acudían para salir de fiesta, es uno de los lugares referentes de parte de la juventud. Y no la llaman como se llama oficialmente, sino como la llamaban las juventudes de la «izquierda abertzale» hace treinta años.

Quizás no tengamos el honor de formar parte de la «coalición progresista» que abandera Sánchez y que incluye entre sus miembros a quienes permiten o incluso protagonizan estos hechos. ¿Qué se le va a hacer? Algunos no somos tan insensibles como para permanecer en silencio ante estos hechos inaceptables. Siento tener que decirlo, pero algo sigue oliendo a podrido en la sociedad vasca.