JUAN CARLOS GIRAUTA-EL DEBATE
  • Los subordinados más serviles del apenas existente Alguien verán bien que su amo ponga zancadillas a los separatas, pero también que les ponga un piso
«¡Que se vea quién manda!» Tal es el argumento entusiasta con que la claque de Ferraz/Moncloa explica la aprobación de esta norma: la ley se suspenderá en procedimientos donde el juez plantee una cuestión prejudicial ante el TJUE.
Así se complacen las mentes conspiranoicas, convencidas de que todo lo que se mueve lo hace por voluntad consciente de alguien. En este caso, ese Alguien mayúsculo con la cabeza vacía y la ambición llena: el amoral Sánchez.
Sería mucha casualidad. El Estado es una máquina compleja y gorda que procesa millones de inputs y los expele, implacable, en forma de outputs como multas y leyes (por este orden de obligatoriedad). Es cierto que una ley escoba sería lugar idóneo para lanzar un machete inesperado, pero no lo es menos la absoluta falta de entereza que hasta ahora ha mostrado nuestro pobre Alguien en su comercio con los secesionistas. No lo veo levantándose, de repente digno: «¡Van a ver quién manda! ¡No sabe Puigdemont lo que le espera!»
Es como si exigiera la colaboración de los bilduetarras en los centenares de casos sin resolver y condicionara a ello cualquier forma no ya de entendimiento sino de interlocución. Sucede que no nos lo creeríamos, y seguro que, también en ese caso, las vocecitas ahogadas pero atipladas de los empleados de don Alguien gritarían bajito (por falta de vigor): «¡Que se vea quien manda!»
Los subordinados más serviles del apenas existente Alguien verán bien que su amo ponga zancadillas a los separatas, pero también que les ponga un piso. Quiero decir que ahí no hay material crítico, no hay hombres en sentido estricto, hay una máquina de aplausos que bien podría suplir a varios centenares de los ñoquis que rodean a Alguien. Pero entonces, ¿cómo colocamos a la gente?
«¡Colócanos a todos!» –gritaban unánimes los pueblos de los gobernantes de turno en la Restauración. Lo dicen de Alcalá Zamora. Don Niceto tenía sus cosillas. Algunas odiosas, como el gusto por conspirar; otras ridículas, como el hecho de que escupiera chocolate al hablar dada su afición a los bombones (este importante rasgo de su personalidad lo conocemos por Alejandro Lerroux). Lo que no se sabe es hasta qué punto complugo o defraudó las expectativas de sus paisanos. En esa materia, a Alguien no lo supera nadie. Alguien carece de los talentos habitualmente requeridos, pero posee un séptimo sentido que le orienta en lo crucial: dejar bien atada una red de dependencias. No por arriba, donde habita el gran dinero, porque sabe que ese entorno es tan amoral como él mismo. ¡Por abajo! Con cada año de gobierno, la red crece y crece. Si alguna vez él se cayera, rebotaría en una muelle militancia agradecida que lo tiene por Alguien Más. Donde la parte del Alguien le ata a ellos, sus favorecidos, y la parte del Más le atribuye infalibilidad y omnisciencia. Por eso si aparece de repente una norma decente en el BOE será porque el padrecito Alguien así lo ha querido.