Alberto Ayala-El Correo
Las elecciones de la pandemia nos dejan, además de lo ya sabido -triunfo del PNV, gran ascenso de EH Bildu, irrupción de la ultraderecha y de Ciudadanos en el Parlamento de Vitoria, y descalabro de Podemos y del PP- algunas, pocas, certezas y bastantes más interrogantes. No lo duden un segundo. PNV y PSE volverán a cogobernar Euskadi, solo que esta vez con mayoría absoluta. Será gracias al ascenso jeltzale, no al oscuro resultado de los socialistas, que siguen en mínimos históricos y no han rentabilizado ni su presencia en el Gobierno de Vitoria ni en La Moncloa. Nada extraño que gentes como Odón Elorza hayan pedido ya una reflexión interna sobre el espacio a ocupar en la política vasca.
Tampoco dudo que Urkullu cumplirá su palabra y priorizará la recuperación de nuestra economía sin recortes (en el sector público), elevando nuestro nivel de deuda y tratando de evitar subidas de impuestos. Sobre todo a un empresariado al que Sabin Etxea mima como partido de centroderecha que es en lo económico. La incógnita es cómo gestionará la izquierda abertzale su triunfo. Éxito que obedece a que ha movilizado como nadie a su electorado y a que se ha quedado con la gran bolsa de desencantados de Podemos que no ha ido a la abstención.
Dudo que lo aproveche para condenar por fin los asesinatos de ETA. ¿Usará su condición de alternativa para apretar al PNV en clave soberanista o seguirá teniendo paciencia y apostará por grandes acuerdos de país para salir de la crisis sin dejar en la cuneta a los más desfavorecidos?
En el ámbito estatal se dibujan tres enormes incógnitas. La más importante, ¿cómo reaccionará Sánchez a los mediocres resultados del PSOE en Galicia y Euskadi y, sobre todo, al fenomenal descalabro de su socio Podemos? Por ahora dudo que mueva ficha. Pablo Iglesias, por su parte, ha pasado a liderar un partido casi inexistente, que nada tiene que ver con la fuerza ilusionante que emergió como alternativa de poder del 15-M. Podemos era una fuerza menor en Madrid, donde Errejón le ganó la partida, al igual que en Andalucía, Cataluña y Valencia. El domingo quedó fuera del Parlamento gallego y en Euskadi ha pasado de disputar la primacía al PNV a ser casi testimonial.
¿Asumirá el político morado sus culpas y sus purgas? Juéguense su dinero al ‘no’. A que se encastilla en el Gobierno mientras Sánchez se lo permita porque no le conviene repudiarle. La otra gran interrogantes es qué hará Pablo Casado. Su apuesta vasca ha sido un absoluto fracaso: el PP ha tenido el tercer peor resultado de su historia, ha llevado a Cs al Parlamento de Vitoria y no ha evitado que Vox se cuele también en la Cámara de Vitoria. Apoyar la continuidad de Iturgaiz sería por ello otro enorme desatino. Aunque lo digan Aznar y Faes.
Pero es que de Galicia ha vuelto a emerger con más fuerza que nunca un Feijóo que, ahora sí, aspira a apearle del sillón de la calle Génova cuanto antes.