IGNACIO CAMACHO-ABC
- La legitimación de Bildu forma parte del proyecto de Sánchez. Es el presidente quien le ha prestado su actual camuflaje
Las elecciones vascas se van a decidir como la final de Copa, por penaltis, y el título –la presidencia autonómica— lo levantará con alta probabilidad el PNV, que siempre ha considerado al Athletic Club de Bilbao como un brazo de su estructura de poder blando. Eso sí, a diferencia del partido de Sevilla, donde no hubo ninguna influencia del árbitro, la intervención del Partido Socialista se perfila determinante en el resultado. Sánchez no está para permitirse el lujo de expulsar a los ‘jeltzales’ sin riesgo de comprometer su propia posición de mando con un cambio de caballo que quizá le gustaría pero en estas circunstancias no parece demasiado sensato. Otra cosa sería que los números no cuadrasen y se acabe formando una coalición nacionalista; Moncloa podría incluso preferirla, por evitarse la decisión, pero en el electorado peneuvista hay un amplio sector conservador poco dispuesto a aceptar esa vía… salvo que el escrutinio no deje otra salida.
Las encuestas siguen dando un empate técnico, con posibilidad verosímil de que Bildu sea la primera fuerza en votos y tal vez también en escaños del Parlamento. Sin embargo, la dirección del partido posterrorista es consciente de que aún no ha llegado su ‘momentum’. Su objetivo real en estos comicios consiste en consolidar la normalización que el sanchismo le ha facilitado con su política de blanqueo, y presentarse ante la sociedad vasca como una formación en condiciones de asumir el Gobierno. Además, por supuesto, de acelerar la excarcelación de «sus» presos. Su éxito ya se ha producido en términos estratégicos: ha conseguido que el electorado, sobre todo las capas más jóvenes que hasta ahora votaban a Podemos, naturalice su presencia y pase página de su sustrato violento. El siguiente paso llegará por sí solo con el desgaste del PNV, cuestión de tiempo. Ahora le interesa evitar los aspavientos, soslayar la memoria de sus siniestros parentescos.
Sucede que, en el fondo, su programa forma parte del proyecto de Sánchez. No tanto en las medidas concretas como en el proceso de legitimación de un socio contaminado por su procedencia, al que está ayudando a integrarse en el sistema sin el mínimo requisito ético de renegar de su origen en ETA. Y sin que el propio jefe del Ejecutivo nacional haya explicado los pormenores de un acuerdo de investidura cuyas cláusulas siguen encubiertas. Después del día 21, Bildu será en cualquier caso un actor clave en el País Vasco, con una masa crítica de respaldo que servirá al oficialismo para terminar de justificar su incorporación como aliado parlamentario. La ya famosa piel de cordero, estrella de esta campaña, ha salido del mismo almacén de disfraces prestados donde Puigdemont se ha revestido de progresista y Junqueras de pragmático. Allí donde el presidente acude a camuflar la naturaleza espuria de sus pactos con los enemigos confesos del Estado.