Juan Pablo Colmenarejo-ABC
Sánchez anuncia medidas más restrictivas
Sánchez, con las preguntas hechas a medida, mandó parar un poco más. Aunque el alcalde de Madrid llevaba pidiendo que se cerraran las obras desde hace quince días, la idea había quedado en el desierto en el que a ratos parece el Gobierno de España. El presidente da «permiso retribuido recuperable» a los no esenciales con dos semanas de retraso. Aló viene de alocución, y su hora mirando a la cámara casi se nos queda corta cuando habló de «moral de victoria». La imagen de la guerra se repite como si Churchill acabara de rescatar a las tropas en las playas de Dunkerque. Dejemos al león inglés tranquilo, que las metáforas ya sabemos quién las carga.
Por lo menos Jefferson va a seguir durmiendo tranquilo su sueño de la democracia, porque siempre es mejor que haya periódicos, radios y demás. No podemos dejar solo al Gobierno. La información es un derecho, un servicio público imprescindible para que la parada obligatoria y por orden de la autoridad competente no sea a oscuras. Sin periodismo no hay democracia y con crítica, por si acaso. El Gobierno de Sánchez vuelve a rectificar una vez más y echa el cerrojo a las actividades no esenciales. En realidad son ocho días laborables descontando los festivos, aprovechando que España se suele detener solita desde el Viernes de Dolores.
El tono del presidente no consigue conmover. Ni siquiera cuando pide que la Unión Europea pague la cuenta con «un respaldo al endeudamiento publico». Tiene razón cuando reclama a Alemania y Holanda más solidaridad; un arrimón de vez en cuando suele ser muy sano, pero resulta que los de la Europa del norte vuelven a ver en el sur a un grupo de países a los que la crisis les vuelve a pillar sin los deberes hechos. Doce años después, España sigue gastando más de lo que tiene y ahora pide que sean los demás los que paguen lo extraordinario. Antes que Merkel, el Banco de España le había recordado a Sánchez que no ha aprovechado estos años de crecimiento para tapar de una vez el agujero de las cuentas públicas. El presidente del Gobierno se pone a buscar culpables y se queda solo en el recuento. Los alemanes nos mandan de nuevo al rescate, como en la crisis del euro, en vez de ir a pedir prestado todos de la mano, como pretende Sánchez. En Berlín han dejado el teléfono descolgado. Cada uno a lo suyo. ¿Hay alguien? Aló, aló…