Varios de los agresores son cabecillas del movimiento Ospa Mugimendua en Alsasua. Se trata de una plataforma que dinamiza las acciones del colectivo Alde Hemendik–¡Fuera de aquí!–, promovido por las ilegalizadas Gestoras Pro Amnistía, y apoyado por partidos abertzales como Bildu, que desde hace tiempo buscan intimidar en todo el País Vasco y Navarra a la Guardia Civil y la Policía Nacional. Son grupúsculos radicales que convocan actos de protesta y manifestaciones, hacen pintadas o carteles, e incluso cometen directamente agresiones como en este caso, todo con la finalidad de «expulsar» a las fuerzas de Seguridad que tachan de «españolistas».
No olvidemos que ésta ha sido la gran obsesión de la izquierda abertzale desde el final del franquismo. En plena Transición, cuando las dos ramas de entonces de ETA y sus incipientes partidos satélites se agruparon en la Koordinadora Abertzale Sozialista (KAS), ya reclamaban a los sucesivos gobiernos la retirada de las policías estatales del País Vasco y Navarra como una de las exigencias para el cese del terrorismo. La izquierda abertzale no ha cejado desde entonces en ese objetivo. Y de ahí que un número altísimo de víctimas de ETA hayan sido justamente guardias civiles y policías nacionales.
Lo sucedido en Alsasua, además de extraordinariamente grave, no es en absoluto un hecho aislado. Ataques de este tipo se unen a toda una asfixiante estrategia de intimidación que siguen sufriendo de forma cotidiana muchos ciudadanos por el mero hecho de no abrazar las tesis independentistas. Es cierto que ETA está derrotada y que, casi con absoluta seguridad, las acciones perpetradas directamente por la banda ya son cosa del pasado. Desde que anunció el «cese definitivo de la actividad armada», han pasado cinco años sin sus execrables crímenes, y ese proceso parece por fortuna irreversible. Sin embargo, en el País Vasco y Navarra se mantiene un terrorismo de baja intensidad, jaleado por formaciones como Sortu, liderada por Arnaldo Otegi, presentes hoy en todas las instituciones.
Es ésta una realidad insoslayable, que impide una convivencia social plenamente normalizada y, más aún, que hace irrespirable la vida cotidiana del mismo sector de la población que durante más de cuatro décadas ha vivido con el miedo en el cuerpo por sentirse en la diana macabra de ETA. Por ello es tan importante que la Justicia actúe con toda la fuerza de la ley ante este tipo de episodios. Pero también es necesaria una total concienciación ciudadana y que ningún partido político se ponga de perfil cuando se producen. La postura equidistante que adoptaron PNV y Podemos tras la agresión terrorista de Alsasua volvió a reflejar cuán lejos estamos aún del día en que no haya una sola fisura en la lucha contra quienes tanto dolor han causado y siguen provocando.