El fraude de ley cometido por el presidente de la Cámara vasca con el fin de no dar cumplimiento a la resolución del Tribunal Supremo que le daba un plazo de cinco días para proceder a la disolución del grupo parlamentario Sozialista Abertzaleak, demuestra que el PNV sigue desarrollando su estrategia rupturista sin que le importe demasiado entrar en terrenos cada vez más peligrosos.
La ilegalización de Batasuna ha eliminado el escudo protector que separaba al partido de Arzalluz del enfrentamiento abierto con el Estado. Hasta la eliminación de la sucursal institucional de ETA del mapa democrático español, la cúpula peneuvista venía utilizando a Batasuna como fusible que impedía que los picos de tensión con los dos grandes partidos nacionales afectaran a su integridad física y política. Sin embargo, una vez desaparecido el elemento que enmascaraba sus choques con el marco legal vigente, la corriente circula directamente a su través y el episodio protagonizado por Atutxa al negarse a obedecer a la autoridad judicial demuestra hasta qué punto la formación aranista se ocultaba tras el independentismo violento en su labor de permanente hostigamiento al sistema.
La pregunta que cabe plantearse es si existe un límite que los habitantes de la Sabin Echea no se atrevan a traspasar y que sirva de freno a su alocada carrera hacia el abismo. Porque el Pacto de Estella, la Declaración de Barcelona, la oposición en el Congreso a la Ley de Partidos o los gestos públicos de apoyo moral a los socios de la banda han sido en el pasado formas más o menos descaradas de desafiar al ordenamiento constitucional, pero la nueva dinámica que se abre obliga al nacionalismo oficial a quitarse la careta y mostrar su rostro más montaraz e irresponsable introduciendo un cambio cualitativo cuyo alcance resulta difícil ponderar. Nunca los analistas se habían planteado seriamente, como está sucediendo estos días, la posibilidad de recurrir al artículo 155 de la Constitución. La grotesca oferta del lehendakari Ibarreche de «negociar» con Aznar el cumplimiento de una resolución del Tribunal Supremo pone de manifiesto que los dirigentes del PNV parecen dispuestos a provocar una situación cuya única salida sea el conflicto abierto, traumático e irreversible con el Estado.
Llegados a este punto, el Partido Popular y el Partido Socialista han de tomar conciencia conjuntamente de la gravedad del problema y hacer piña frente al ataque insensato que se avecina contra la estabilidad y la cohesión del país. La técnica del avestruz sólo conseguirá acelerar el desastre y el discurso confuso y las actitudes equívocas de la actual dirección del PSE, que se reunía recientemente con los nacionalistas para estudiar posibles pactos municipales, descorazonan al más optimista. Si ha sonado la hora del asalto final, por lo menos que nos coja mental y políticamente preparados.
Aleix Vidal-Quadras, LA RAZÓN, 11/6/2003