Juanma Romero-El Confidencial
La candidata del PP busca la confrontación desde el primer minuto y une fuerzas con Cs contra la ministra Montero. Feminismo y Cataluña desatan la máxima tensión en un espacio lleno de fango
—Sánchez es el vanidoso útil del separatismo y es un hombre de un coraje discutido y discutible. Señor Sánchez, usted no es una persona decente.
Latigazo desde el primer minuto. Desde el mismo arranque. Cayetana Álvarez de Toledo, la cabeza de cartel del PP por Barcelona, salió a la arena catódica con el machete en la boca, sin perder un solo segundo. Y ahí ya comenzó a arder una tensión que no pararía hasta el final.
Porque quien pensara que el debate a seis en RTVE sería un caramelo, una experiencia de campo y playa, se equivocaba. No lo fue. En ningún momento. La tensión y la crispación se instalaron desde la primera intervención, a tono con una campaña que todavía está levantándose hasta la recta final de la próxima semana. Los seis candidatos —la ministra de Hacienda, María Jesús Montero (PSOE), Cayetana Álvarez de Toledo (PP), Irene Montero (Unidas Podemos), Inés Arrimadas (Ciudadanos), Gabriel Rufián (ERC) y Aitor Esteban (PNV)— protagonizaron un brutal careo televisivo en el que se bajó, y mucho, al fango, sobre todo cuando la discusión se adentró en la igualdad y en el modelo territorial y Cataluña. Era el preludio de lo que puede suceder en una semana, cuando llegue un debate a cuatro por el que pugnan RTVE y Atresmedia y que ha de resolverse en cuestión de horas después de que la Junta Electoral Central paralizase el espacio a cinco, con Vox, que ya estaban organizando Antena 3 y La Sexta.
Álvarez de Toledo se propuso ser la artificiera del debate a seis, que condujo con maestría y mano izquierda el periodista Xabier Fortes, director y presentador de ‘Los desayunos de TVE’. Ella quiso ser la que repartiese mandobles a diestra y siniestra, pero siempre con la vista puesta en el PSOE. No paró de lanzar acusaciones a la ministra Montero con el fin de situarse en el centro de la escena, hasta el punto de que descuadró a sus oponentes.
Álvarez de Toledo abre fuego llamando a Sánchez «vanidoso útil del separatismo», falto de «coraje» y «persona no decente». Desde ahí, no hay resuello
La titular de Hacienda, que iba preparada para vender su libro, el programa de recetas socialista, tuvo que cambiar de estrategia sobre la marcha para intentar parar los ataques sin cuartel de la dirigente del PP y entrar en el debate. Su rostro, visiblemente irritado, le delataba, hasta que al final resolvió que no debía entrar en todos los trapos que le tendía Álvarez de Toledo, hábil y entrenada en el juego del careo en televisión. Como valoraban después en Ferraz, la miembro del Gabinete buscó estar «propositiva y no bronca», si bien a veces se la veía arrinconada por sus rivales, aunque no hundida.
Cayetana contra (casi) todos
Inés Arrimadas, mientras, apuntalaba los argumentos de la dirigente popular. Más aún, las candidatas de PP y Cs unieron fuerzas, sin apenas arañarse entre ellas, para combatir a la socialista. Pero Arrimadas no podía competir con el fuego a discreción que repartía la aspirante conservadora. Actuaba más en segunda fila, de refuerzo, frente a una dominante Álvarez de Toledo. También Irene Montero tuvo su momento de fricción con ella, sobre todo a cuenta de los delitos sexuales. Y, mientras, ERC y PNV llamaban a la puerta para entrar en un debate. Gabriel Rufián se llevó balas de PP y Cs, y alguna que otra del PSOE, y Aitor Esteban, centrado el mensaje dirigido a su parroquia, intentaba situarse en una esquina, sin molestar demasiado.
Arrimadas llama al presidente «peligro público». Montero intenta centrarse en las propuestas aunque se ve obligada a salir al combate contra PP y Cs
La percha para la sarta de descalificaciones iniciales de Álvarez de Toledo contra Pedro Sánchez venía a cuento del debate, pero de otro debate, del cara a cara que el PP pide entre Pablo Casado y el presidente y que este rechaza. «Sánchez quería un debate a seis, a cien o a seiscientos, para que estuviera Vox, porque él juega al divide y vencerás». Si el jefe del Ejecutivo no quiere un tú a tú con el líder del PP es porque es un «vanidoso útil del separatismo» y porque no tiene «coraje» para medirse con su principal rival. Y entonces le lanzó la acusación durísima, el «no es una persona decente«, rescatando lo que el propio Sánchez dijo a Mariano Rajoy en el cara a cara que ambos mantuvieron en televisión en diciembre de 2015.
«Vengo a hablar de la política de las cosas«, replicó María Jesús Montero en su primera intervención. Era su idea, que intentó desarrollar, pero no siempre pudo porque el asedio de PP y Cs fue constante. «Sánchez es un peligro público«, dijo a continuación desde su atril Arrimadas, en una sentencia que repetiría más veces durante el debate. La portavoz de Unidas Podemos debutó con la advertencia de que tan Gobierno de derechas uno de PP, Cs y Vox como otro de los socialistas y naranjas. El «único obstáculo» a esa alianza de Pedro Sánchez y Albert Rivera, apuntaló Rufián, es una «ERC fuerte». «Euskadi no es un parque temático«, terció Esteban, denunciando los intentos de las derechas de buscar la confrontación a cuenta del terrorismo.
El bloque económico sirvió de calentamiento de los choques posteriores, más severos. Álvarez de Toledo utilizó la conversación informal de la ministra con los periodistas en el patio del Congreso, en la que de manera coloquial se dirigió a una informadora como «chiqui«, para acusar al PSOE de quitar importancia al ajuste del déficit. Un apelativo este, el de «chiqui«, que la ministra ha tomado en estos meses —no es la primera vez que lo usa el PP— como burla de su acento andaluz. Montero le reprochó a su oponente que le tirase «ataques personales«. Después, la dirigente del PP blandió gráficos con la evolución del paro para demostrar cómo con los gobiernos del PSOE son «una máquina de destrucción de empleo».
Recordatorios del PNV
«No escuchamos ni una sola propuesta al PP«, replicaba enfadada Montero, buscando romper la estrategia de confrontación de Álvarez de Toledo. «Crean riqueza para unos pocos. El PP no puede dar ninguna lección de economía». Arrimadas ejercía de escudera al apuntar que el PSOE no está afrontando los síntomas de «desaceleración» o no desmantela los «chiringuitos» —otro término repetido hasta la saciedad—, algo que sí está acometiendo el nuevo Gobierno bipartito andaluz. Álvarez de Toledo también había tomado Andalucía como patrón negativo, recordando a la ministra su pasado inmediato como consejera de Hacienda: «Es la representante del catastrófico modelo andaluz, pasado por la turmix de la plurinacionalidad».
La popular critica que el PSOE pida el ‘no es no’ para las violaciones: «Un silencio es un no? ¿De verdad van diciendo ustedes sí, sí, sí, hasta el final?»
Pero el calor entró en el segundo bloque. El que versaba sobre Estado del bienestar, feminismo, pensiones o igualdad. Arrancó la socialista Montero: «Queremos ser vanguardia en justicia social y feminismo». «Escuchar la palabra igualdad en ustedes me pasma. Asumen las tesis nacionalistas», replicó Álvarez de Toledo. «No es verdad», protestaba la ministra. «Han renunciado a la igualdad en lo básico, y promueven la división. Han convertido la causa de las mujeres en una causa entre mujeres y hombres», siguió. Las protestas de Montero continuaban: «No hace propuestas».
Entonces, la flamante uno del PP por Barcelona cuestionó la reforma del Código Penal que el PSOE lleva en su programa para hacer que se considere delito sexual cuando no haya consentimiento de la mujer. «¿Un silencio es un no? ¿De verdad van diciendo ustedes sí, sí, sí, hasta el final?», espetó Álvarez de Toledo. «No es no«, respondía Montero indignada. En el otro extremo del plató, la portavoz de Podemos se llevaba las manos a la cabeza, mientras Rufián señalaba que le parecía una declaración «gravísima«, sin que detallara por qué.
Tras la dura refriega, el PNV recordó que buena parte de las políticas sociales dependen de las comunidades autonómicas, y en ese punto remarcó que el partido no está dispuesto a convalidar retrocesos sociales, como tampoco va a consentir pasos atrás en el autogobierno. Arrimadas sacó a la mesa el «cuponazo» vasco, una bandera nítida de Cs. Esteban contestó que no se trata de un privilegio para Euskadi, y acusó a los naranjas de utilizar este asunto para «instigar» a unos ciudadanos contra otros.
Naciones, Torra, Alsasua…
Claro que la tensión llegó al cénit en el tercer bloque, el del modelo territorial. Era lo esperable. «Sánchez tiene de socios a los que dieron el golpe de Estado, y les quieren dar más herramientas y más competencias. Sánchez es un peligro público», terció Arrimadas. «El PSOE ha dejado claro que no habrá independencia, ni referéndum de autodeterminación, lo hemos dicho», se afanó en reiterar la ministra Montero, para denunciar que Cs y PP cabalgan «a lomos de la crispación».
Montero insiste en que no habrá referéndum ni autodeterminación, mientras PP y Cs intentan presionarla con los indultos y la relación con Torra
De nuevo, el misil de Álvarez de Toledo. El programa del PSOE, que promete reforzar el autogobierno de Cataluña, se puede traducir, dijo, en un «vamos a premiar a los golpistas». «¿Cuántas naciones hay en España?», le preguntó reiteradamente. «Le falta el lazo amarillo», el que usan los independentistas para protestar por el encarcelamiento de sus dirigentes. Montero no salía de su asombro. «No voy a contestar a sus provocaciones, señora Álvarez». Pero esta no se arredró y le exigió que dijera que no habrá indultos para los «golpistas». «Repítalo».
«¿Pero qué está usted diciendo?», se indignó Montero, a la que le parecían «insultantes» las palabras de la cabeza de cartel de los conservadores por Barcelona. «Insultante es lo que hace con la inteligencia de los españoles», remachó esta. El PP no liberaba la presa: «¿Se comprometen a no indultar a los presos del ‘procés’?». «Esto parece una guardería. Respete a la Justicia y los tiempos de la Justicia». A la presión por los indultos se sumó posteriormente Arrimadas. «Respete la Justicia», dio por respuesta la ministra, acosada por los dos frentes y siguiendo la línea de silencio de Sánchez, que insiste siempre en que el Gobierno no puede hablar de medidas de gracia antes de que haya una condena firme.
Allí en el plató salió la Declaración de Pedralbes, el relator, Quim Torra, la Constitución… Los grandes éxitos del debate público de los últimos meses. Con la coletilla que Sánchez reitera en estas últimas semanas y que su titular de Hacienda llevó ante las cámaras: «Engaña a los ciudadanos«, le lanzó a Rufián, porque no habrá nunca ni referéndum ni independencia. Irene Montero retornó una y otra vez sobre las «cloacas» del Estado y dudó de la voluntad de PP y PSOE para querer limpiarlas.
Por si había poco barullo, se mezcló Navarra, la condena a ocho jóvenes por la agresión a dos guardias civiles y a sus parejas en Alsasua en 2016. Ocho jóvenes sentenciados por delitos de atentado a agentes de la autoridad, lesiones, desórdenes públicos y amenazas, pero no por terrorismo. Rufián se refirió a ellos como los «chavales de Alsasua». Aquello encolerizó a Arrimadas y a Álvarez de Toledo. «¡Y son los socios de Sánchez! ¡Qué vergüenza de socios!», exclamaba la dirigente de Cs. «Es lamentable que se utilicen Cataluña y Euskadi como arma electoral», deploraba avergonzado Esteban.
El debate no paraba de enconarse. Solo encontró resuello con el minuto final, donde cada candidato se tenía que dedicar a vender su libro tras la batalla. Montero planteó el 28-A, en línea con Sánchez, como la contraposición entre la foto en blanco y negro que a su juicio buscan las derechas, la España que mira al pasado, frente al futuro que ofrece el PSOE. O «la foto de Colón«, de PP, Cs y Vox o la construcción de un país «igualitario». «Solo los reaccionarios y los rencorosos quieren acabar con la Constitución porque es la paz civil española», subrayó Álvarez de Toledo, quien apeló a la «responsabilidad» de los votantes, incluso demandó a aquellos electores de izquierdas, «razonables y responsables», una suerte de voto «prestado» para echar a Sánchez del poder.
Irene Montero se dirigió sobre todo a las mujeres, consciente de la importancia del voto femenino. «La historia no está escrita. Hemos demostrado que a nosotros no nos compran». Arrimadas volvió a llamar a la unidad de España y a animar a los suyos a hacer posible lo que ocurrió en Cataluña (vencer al separatismo) y en Andalucía (batir a un PSOE que acumulaba 36 años en el poder). Esteban reivindicó al PNV como la voz de Euskadi en Madrid, capaz de defender con ahínco el autogobierno y también los avances sociales, y Rufián insistió en que si el PSC es primero en Cataluña —ambos se juegan esa plaza—, «gana Cs», porque Sánchez pactará con Rivera. «Que el independentismo gane a los carceleros».
Los mensajes podían ser los previsibles. Pero no la dureza del tono ni el clima general de batalla encarnizada y sin cuartel. Es el aperitivo de lo que llegará en una semana, a solo cinco días de las urnas. Dónde se hará, en Atresmedia o en RTVE, habrá que verlo. La tele pública aprobó con creces el examen y demostró que aunque era un debate limitado por el cronómetro, eran posibles los choques y los zurriagazos despiadados entre los contendientes. La discusión fue viva, dinámica, energética. Todo menos aburrida y plana.