Jon Juaristi, ABC, 3/7/11
Un esclarecedor ensayo de Óscar Alzaga analiza las causas de la crisis del consenso político en la España actual
HAY en el último libro de Óscar Alzaga —Del consenso constituyente al conflicto permanente (Editorial Trotta, 2011)— una figura retórica recurrente, «esta dura tierra», que no parece referirse tanto a la geografía como a la historia de España. Pues, aun siendo cierto que la aspereza del territorio ha influido en el maltrato mutuo que se han infligido sus moradores (como argüía Lucas Mallada, dejarse obnubilar por las amables y falsísimas descripciones de los viajeros antiguos y sus reflejos en las laudes Hispaniaeimplicaba cegarse a las fatalidades de un suelo ingrato y de una climatología adversa), más determinante parece haber sido en dicho maltrato la dureza de los corazones, que ha impedido demasiadas veces la concordia. En la etimología latina de este último término, que alude a un temple colectivo y a una virtud social, Alzaga señala una doble raíz que lo relaciona, por una parte, con las emociones y sentimientos (de los que el corazón es fuente en la fisiología clásica), y, por otra, con los acordes musicales como expresión de la armonía del mundo.
Óscar Alzaga pertenece a una generación española cuya principal hazaña fue precisamente la conquista de la concordia a través de un consenso político sin otro precedente que el alcanzado, un siglo atrás, por los forjadores de la Restauración, llevando de ventaja a éstos que el pacto constitucional de 1978 fue más amplio e integrador que el de 1876 (que lo fue mucho). Creo, con Alzaga, que éste es el verdadero timbre de gloria de los millones de españoles que protagonizaron la transición democrática, con independencia de que vinieran del antifranquismo o de las filas del régimen y del papel más o menos destacado que jugara cada uno en el proceso constituyente, en el que no poco se debió al propio Alzaga. ¿Qué ha sucedido desde entonces para que el consenso haya dado paso a la discordia y al conflicto?
El ensayo de Óscar Alzaga es el resultado de la reelaboración de su discurso de ingreso, de 2010, en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, en el que aborda la cuestión mencionada según tres perspectivas complementarias, la del Derecho Constitucional, la de la Historia y la de la Filosofía Política. La Constitución Española de 1978, afirma, no es perfecta, como no lo es constitución alguna. La urgencia del consenso y la necesidad de incluir en el mismo a los nacionalismos catalán y vasco propició ambigüedades entre las que despunta el carácter indefinido y abierto del sistema autonómico. La resistencia histórica a reformarlas, a cerrar el sistema mediante alguna fórmula (que, a juicio de Alzaga, sólo podría ser federal), favoreció a la centrifugadora nacionalista en detrimento del Estado, que constituía la garantía misma de la concordia nacional, y de ahí la progresiva conversión de las diferencias políticas en antagonismos, es decir, del adversario en enemigo, que caracteriza la situación presente, en la que el espíritu de disensión de los nacionalismos extremos contamina a la sociedad en su conjunto. Un diagnóstico desolador de la discordia actual, a la que todo el libro, pero, en particular, su último capítulo, contrapone una serie de propuestas razonables para el restablecimiento del consenso.
Jon Juaristi, ABC, 3/7/11