Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
Seguro que se podía hacer mejor. Entre otras razones porque es imposible hacerlo peor y de manera menos ordenada, menos planificada y menos coherente. Me refiero a las vicisitudes parlamentarias del impuesto sobre la generación eléctrica, que coincide en el tiempo con el gravamen previsto para las energéticas. Digo vicisitudes y no tramitación porque ni siquiera se sabe bien qué es lo que de verdad pretende tramitar el Gobierno.
Como ya sabe, hace unas semanas, con ocasión de la ‘recogida’ de votos para la aprobación parlamentaria de la reforma fiscal, el Gobierno realizó una de esas maniobras audaces a la que nos tiene acostumbrados y que consiste en prometer a sus aliados cosas perfectamente contradictorias. Así, mientras ofreció a Junts -y quizás al PNV- eliminar el gravamen extraordinario a las energéticas, que grava sus ingresos, le prometió a Podemos que seguiría vigente al menos un año más y que convocaría una mesa con los partidos que le sostienen -a la vez que le asfixian- para lograr la manera de convertirlo en definitivo. Eso sí, el presidente sostuvo ayer que él cumple siempre con lo prometido, así que es posible que esta vez se quede bizco. Con este planteamiento inicial, comprenderá la dificultad de avanzar en una solución.
La sesión de ayer en el Congreso fue muy divertida. Junts, que le había exigido a Sánchez la presentación de una moción de confianza, le pidió ayer que «mueva el culo». Pero no para bailar una bachata, que era la opción más alegre, sino para cumplir con las inversiones prometidas a Cataluña en los Presupuestos prorrogados y que, al parecer, permanecen todavía en situación de ‘busca y captura’.
En este ambiente desenfadado y prenavideño que inunda el Congreso, la gran Ione Belarra, líder de Podemos, llamó al PNV «cachorrito de Repsol» por plegarse a sus propuestas, y Aitor Esteban respondió asegurando que Podemos solo hace «paripés». Total, que ni el PNV ni Junts fueron a la reunión convocada para abordar el impuesto sobre la generación. Es decir, no se avanzó ni un milímetro.
En medio del jaleo me encantó la afirmación de la nueva ministra de transición verde cuando aseguró que la eliminación del impuesto presionará al alza la factura que pagan las familias. Es la primera vez que oigo eso de que la eliminación de un impuesto eleva el precio del producto que lo soporta, pero vaya usted a saber… En realidad, este desbarajuste es solo el precalentamiento para el partido crucial que será el debate sobre los Presupuestos generales.
Es todo tan ridículo y complicado que solo un político tan dúctil y maleable como nuestro presidente será capaz de solucionarlo y convertir un círculo -viciado- en un cuadrado perfecto.