Editorial: ALIANZA EDITORIAL, S.A. Encuadernación: Rustica Precio: 12,90 € 197 pgs ISBN: 8420644854
Identidades asesinas es una denuncia apasionada de la locura que incita a los hombres a matarse entre sí en el nombre de una etnia, lengua o religión. Una locura que recorre el mundo de hoy desde Líbano, tierra natal del autor, hasta Afganistán, desde Ruanda y Burundi hasta Yugoslavia, sin olvidar la Europa que navega entre la creación de una casa común y el resurgir de identidades locales en países como el Reino Unido, Bélgica o España. Desde su condición de hombre a caballo entre Oriente y Occidente, Maalouf intenta comprender por qué en la historia humana la afirmación de uno ha significado la negación del otro. Pero al mismo tiempo rechaza la aceptación resignada y fatalista de tal hecho. Su mensaje es que se puede ser fiel a los propios valores sin verse amenazado por los de los demás. Ejemplos históricos, filosóficos y religiosos ilustran su teoría. Cuando a Maalouf se le pregunta si se siente más libanés o más francés él responde que por igual. Y no lo hace por diplomacia: «Lo que me hace ser yo mismo y no otro -dice Maalouf- es que estoy a caballo entre dos países, entre dos o tres lenguas, entre varias tradiciones culturales. Ésa es mi identidad…». Identidades asesinas es un canto al ciudadano frente a la tribu, una llamada a la tolerancia.
Fragmentos
«identidades asesinas, expresión que no me parece excesiva por cuanto que la concepción que denuncio, la que reduce la identidad a la pertenencia a una sola cosa, instala a los hombres en una actitud parcial, sectaria, intolerante, dominadora, a veces suicida, y los transforma a menudo en gentes que matan o en partidarios de los que los hacen. Su visión del mundo está por ello sesgada, distorsionada. Los que pertenecen a la misma comunidad son «los nuestros»; queremos ser solidarios con su destino, pero también podemos ser tiránicos con ellos: si los consideramos «timoratos», los denunciamos, los aterrorizamos, los castigamos por «traidores» y «renegados». En cuanto a los otros, a los que están al otro lado de la línea, jamás intentamos ponernos en su lugar, nos cuidamos mucho de preguntarnos por la posibilidad de que, en tal o cual cuestión, no estén completamente equivocados, procuramos que no nos ablanden sus lamentos, sus sufrimientos, las injusticias de que han sido víctimas. Sólo cuenta el punto de vista de «los nuestros», que suele ser el de los más aguerridos de la comunidad, los más demagogos, los más airados. A la inversa, desde el momento en que concebimos nuestra identidad como integrada por múltiples pertenencias, unas ligadas a una historia étnica y otras no, unas ligadas a una tradición religiosa y otras no, desde el momento en que vemos en nosotros mismos, en nuestro orígenes y en nuestra trayectoria, diversos elementos confluyentes, diversas aportaciones, diversos mestizajes, diversas influencias sutiles y contradictorias, se estable una relación distinta con los demás, y también con los de nuestra propia «tribu». Ya no se trata simplemente de «nosotros» y «ellos»(…) Ahora, en «nuestro» lado hay personas con las que en definitiva tengo muy pocas cosas en común, y en el lado de «ellos» hay otras de las que puedo sentirme muy cerca. A.Maalouf, «Identidades asesinas» (Págs. 43, 44)