- Con tal de salvar una legislatura que pasará a la historia como una de las grandes oportunidades perdidas de España, la ministra de Hacienda se propone ahora sanear la carga de deuda de las autonomías cargando al Estado los compromisos de pago de esos gobiernos regionales
Los gobiernos de Francia se desmoronan uno tras otro. Cuando no son los violentos estallidos protagonizados por los hijos y nietos de migrantes a los que han apartado en barrios que más parecen guetos, son los chalecos amarillos alzados en armas contra los recortes en los Campos Elíseos los que ponen en grave riesgo la paz social. El origen del malestar parece el mismo que está a punto de poner fin al Ejecutivo del primer ministro Bayrou: la era de la jubilación temprana, de los subsidios estatales, de las oportunidades aparentemente infinitas brindadas por papá Estado ha tocado a su fin. Lo hizo en la crisis de 2008, pero algunos no han querido verlo. El generoso modelo del bienestar nacido tras la II Guerra Mundial ha crecido de tal modo que amenaza con morir de éxito, víctima de su dadivosidad. Bayrou quiere recortar 40.000 millones de euros, Alemania declara insostenible el actual sistema. Y, en España, María Jesús Montero gasta y regala a partes iguales como si no hubiera que hacer frente a un mañana.
Con tal de salvar una legislatura que pasará a la historia como una de las grandes oportunidades perdidas de España, la ministra de Hacienda se propone ahora sanear la carga de deuda de las autonomías cargando al Estado los compromisos de pago de esos gobiernos regionales. Y, más allá de las crecientes desigualdades que introduce esa amnistía parcial y asimétrica entre los ciudadanos, cabe añadir un riesgo adicional que parece haber pasado desapercibido: la decisión de Montero abre la puerta de nuevo a los mercados a los gobiernos regionales. Les rescatamos de una quiebra anunciada –era lo que se le venía encima a la Generalitat– y, ahora, no sólo asumimos su deuda, sino que les damos el empujoncito para que vuelvan a las andadas. Los gobiernos autonómicos, no todos, por supuesto, pero sí en su conjunto, están incumpliendo las reglas de gasto que nos dimos para evitar que el drama que vivimos en 2010 volviera a repetirse. Están elevando su gasto por encima de lo que crece la economía. En algunas plazas, está creciendo incluso por encima de los dos dígitos.
Dice el refrán que, cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pongas las tuyas a remojar. Puro sentido común que, por estos lares, escasea. Mientras Europa se repliega, incapaz de sostener unos estados mastodónticos, en España nos disponemos a tirar la casa por la ventana de nuevo. Y no será fruto de una meditada y arriesgada decisión, ni siquiera consecuencia de necesidades perentorias e insoslayables. Será, como todo en esta legislatura para la basura, por puro cálculo partidista, para asegurar un día más el poder del gobierno y los intereses de los que le sostienen, que no es otro que hacer implosionar un proyecto colectivo que un día fue un éxito.