Braulio Gómez-El Correo
Los cambios de opinión son frecuentes en política. Y no tienen por qué ser interpretados siempre de forma negativa. Las instrucciones a los representantes y el mandato imperativo no forman parte de nuestra democracia representativa ideal, por eso no han sido adoptados por ninguna de las democracias de más calidad de nuestro entorno. Desde las revoluciones francesas y americanas de finales del siglo XVIII se entendió que los representantes no tenían que estar atados a ningún interés particular o de parte para facilitar que pudieran trabajar y llegar a acuerdos sobre el interés general y el bien común con el resto de personas con los que compartían las instituciones representativas y que habían sido elegidos con diferentes intereses a los suyos.
Ahora se habla mucho del cambio de opinión del PSOE respecto a la amnistía a los políticos del ‘procés’. Es verdad que Pedro Sánchez se posicionaba en contra hasta fechas recientes. Es verdad que decía que el independentismo le pedía la amnistía, que no entraba en la Constitución española y que su gobierno no iba aceptar. Que su vicepresidenta, Carmen Calvo, sostenía de forma exagerada que la amnistía supondría la desaparición del delito de golpe y la democracia se quedaría desprovista de uno de los tres poderes del Estado. Esta era la postura oficial del partido y del Gobierno y la argumentación pedagógica que se suministraba al espacio público. El PSOE se había alineado desde el inicio del ‘procés’ en la misma posición que marcaba el Partido Popular desde el poder. Compartía la aplicación del 155, la represión del 1-O, las manifestaciones en Cataluña en las que coincidía con representantes de Vox y los aplausos al discurso excluyente del Rey del 3 de octubre de 2017. La posición contraria a la amnistía formaba parte del mismo pack. Esto era malo para el interés general y la convivencia en Cataluña.
El PSOE tiene experiencia en otro cambio de posición, más relevante y con mayores consecuencias, como fue el de la OTAN. La identidad socialista se había construido en contra de cualquier alianza militar en la misma línea que todos los partidos de izquierdas relevantes de la época, incluido el Partido Comunista con los que contribuyó a crear un clima social antiOTAN. Cuando España entra en la OTAN de la mano de un gobierno de la UCD en 1982, el PSOE apoyó una campaña masiva por toda España, con el lema ‘OTAN, de entrada no’. Felipe González ganó por mayoría absoluta y cambió de opinión por el interés general de España. En el debate del Estado de la Nación de 1984 expuso la argumentación pedagógica en su famoso Decálogo de Paz y Seguridad. El cuidado de los intereses de todos los españoles supuso la ruptura de los socialistas con el PCE y también una crisis interna entre los miembros más ortodoxos del PSOE. Felipe González ganó por mayoría absoluta las siguientes elecciones de 1986.
Para hacer pedagogía de la posición de la amnistía y de todo lo que le rodea se debería apelar al interés general y transmitir que el PSOE no siempre acertó en su apoyo inquebrantable al Partido Popular durante el ‘proces’, que eso no fue lo mejor para la convivencia política y el interés general de España. Cambiar de posición para construir acuerdos con diferentes a través del diálogo político es bueno para todos.