Bieito Rubido-El Debate
  • Se trata del pago por el apoyo de siete votos a un señor que perdió las elecciones. Un aventurero político que debería plantearse seriamente cómo quiere que sea su final. Porque habrá un final, no lo duden

Ayer se perpetró uno de los mayores ataques a la democracia española desde dentro de ella misma. Lo veníamos anunciando con tiempo y reflexionando acerca de ello. Se trata de una «autoamnistía» que coloca a España en los niveles de una democracia de segundo nivel, ya que la arbitrariedad –y no la lógica del Derecho– es la que rige, como si fuese un régimen autocrático y no un sistema de libertades. Hoy nos parecemos más a Venezuela que ayer.

La pregunta ahora es si ese camino se puede desandar. Si España, después de Sánchez, puede reconstruir su edificio democrático y devolver credibilidad a nuestro sistema político ante los organismos internacionales, ante nuestros aliados y, sobre todo, ante la ciudadanía. Ayer cundió el pesimismo en gran parte de la ciudadanía, pese a estar ya en vísperas de vacaciones, porque cualquier persona consciente sabe que hemos dado un paso atrás y se consolida la demolición de la democracia, justamente por quienes tenían que preservarla. Ese es el gran pecado que ha cometido el bando izquierdoso del Constitucional.

Un dato esclarecedor es que esta ley no tiene parangón en ninguno de los países de la UE, tan invocada en otros momentos. La doctrina de la Comisión de Venecia y la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos concluyen que una amnistía solo se puede dar en casos excepcionales, tales como el final de una guerra o en contextos como la Transición española, cuando, tras la muerte de Franco, la administró el Gobierno de Adolfo Suárez como paso fundamental para cerrar heridas y abrir un tiempo nuevo. Ese tiempo se lo acaban de cargar los seis magistrados de la izquierda. Ha sido un acto de indignidad y de traición a la democracia.

Una amnistía como esta es inédita en Europa. Se trata del pago por el apoyo de siete votos a un señor que perdió las elecciones. Un aventurero político que debería plantearse seriamente cómo quiere que sea su final. Porque habrá un final, no lo duden. Pudo irse ya y evitar gran parte de los disgustos que ahora le atormentan. Cuanto más tarde, peor será ese final. De momento ha logrado que toda Europa concluya que la amnistía es una norma arbitraria concebida para que unos políticos se beneficien de ella. Carece de toda nobleza. No le acompaña la épica de la amnistía de la Transición. No hay reconciliación, ni se estrena un tiempo nuevo, ni se cauteriza herida alguna. Solo se utiliza el patrimonio de todos los españoles, que es el Estado de derecho, para atender intereses personales.

Ayer España tuvo un mal día. Ya veremos cómo salimos de este destrozo, pero recuerden los nombres de esas mujeres y hombres que, con sus nombres y apellidos, han dado validez al mayor desafuero desde 1977 hasta nuestros días. Tal vez algún día, de alguna manera, podrá la sociedad española hacerles pagar semejante pecado.