Hubo un tiempo en este país en el que lo democrático era que los delincuentes cumplieran condenas. Sin embargo, lo que tenemos ahora es un presidente que, cuando por fin se atreve a pronunciar la palabra “amnistía”, lo hace de este modo: “es una forma de superar las consecuencias judiciales de una de las peores crisis de la democracia”.
El señor Sánchez nos mintió cuando aseguraba con rotundidad que no habría indultos y que garantizaba el cumplimiento íntegro de las penas. Por una vez, ahora no miente. Rebusca palabras para que sus palmeros le aplaudan sin pararse a pensar en el significado de las mismas. En sus cabezas debe sonar algo así: “maravilloso el señor presidente, que gracias a él vamos a superar la peor crisis de la democracia”.
Pero si tiramos de bisturí y diseccionamos la frase, cambiando “superar” por “saltarme a la torera”, “consecuencias judiciales” por “condenas” y “crisis de la democracia” por “atentados a la democracia”, queda mucho más claro lo que significa esta amnistía que nos quieren hacer tragar de la manera más burda.
Al menos sería de agradecer que apareciera en escena Yolanda Díaz, al más puro estilo de Mary Poppins, cantándonos aquello de:
“Con un poco de azúcar esa píldora que os dan,
La píldora que os dan, pasará mejor...
Si hay un poco de azúcar,
esa píldora que os dan, satisfechos tomaréis”
Pero Yolanda está a sus cosas, imaginando cohetes que son comprados por ricos para ir a no sé dónde, buscando un horizonte que en Madrid no encuentra porque no hay costa en la capital y refiriéndose a un fugado de la justicia como “una persona que está fuera del país”.
Llegados a este punto, me pregunto dos cosas: por qué no es obligatorio un control anti drogas a nuestros políticos y por qué seguimos empeñados en dejar el timón del barco en manos de gente que parece haber perdido el norte.
Resulta más conveniente colgar la etiqueta de odiador a todo aquél que te dice que no estás haciendo algo bien, que asumir que uno es responsable de sus propios actos y que estos tienen consecuencias
Cuando crees que ya se ha tocado fondo, aparece en escena la desconsolada Angela Rodríguez Pam llamando gordófobos a los médicos, porque dice que quieren que tenga un cuerpo normal. Yo aquí solo veo dos opciones: alguien le explica a esta señorita que los médicos lo que predican es que tengas un cuerpo sano, y que un cuerpo de doscientos kilos no lo es, o yo empiezo a llamar a los médicos fumadórfobos, por la matraca que me dan con el tabaco, cada vez que asomo la cabeza por una consulta.
Parece ser que resulta más conveniente colgar la etiqueta de odiador a todo aquél que te dice que no estás haciendo algo bien, que asumir que uno es responsable de sus propios actos y que estos tienen consecuencias. Esto último y tan básico que nos enseñaron a algunos a una tierna edad, para evitar convertirnos en unos adolescentes frustrados y, más tarde, en unos adultos déspotas e irresponsables, en nuestro presente te quita puntos si quieres formar parte del movimiento feminista actual.
Como muestra un botón: ¿tiene el Ministerio de Igualdad alguna responsabilidad sobre el incremento de asesinatos a mujeres? Según Pam, la culpa hay que repartirla entre los negacionistas y la sanidad, que es mala detectando la violencia machista. Mecachis en la mar… ¿Pero no teníamos la mejor sanidad del mundo? Seguramente es culpa de Ayuso.
La solución de Irene Montero es la de siempre: más dinero para el feminismo y su Ministerio. Cualquier día escribes en el buscador de Google “machismo”, “feminismo” o “agresiones a mujeres” y te sale en los resultados nuestra querida ministra pidiendo perras.
Cómo nos insultamos, nos amenazamos, nos peleamos, nos atacamos entre nosotros y nos hacemos la vida imposible, cómo no dudamos en pisotear el derecho a la libertad de expresión
Todo lo anteriormente expuesto, para sorpresa de algunos y disgusto de otros, a mí me importa un pepino de mar, queridos amigos. Lo que verdaderamente me preocupa es ver cómo nos insultamos, nos amenazamos, nos peleamos, nos atacamos entre nosotros y nos hacemos la vida imposible, cómo no dudamos en pisotear el derecho a la libertad de expresión de cualquiera que no nos guste, precisamente los que estamos dando el callo y sufriendo desvelos para poner en la mesa un plato de lentejas cada día. Unas lentejas que, además, son más caras que ayer pero menos que mañana.
Me entristece ver cómo nos alejamos más y más los unos de los otros, mientras políticos y delincuentes se enriquecen y se ríen de nosotros.
Tengo la sensación de que la delincuencia en España de un tiempo a esta parte es como una bañera que tenemos a la mitad, que se intenta vaciar sacando el agua a cucharadas, en lugar de quitar el tapón, cuando ni siquiera se quiere cerrar el grifo.
Pobre del que no tenga flotador ni sepa nadar, porque esto va a ser de sálvese quien pueda. Lo que necesitamos es una amnistía para todos los españoles de bien
Así que mientras unos prometen cualquier cosa y hacen cualquier otra, con tal de conservar un salarío de seis cifras al año, otros amenazan con independizarse de España, cuando su único objetivo es conseguir dinero y privilegios, y ni en broma soltarían la gallina de los huevos de oro, y otros tantos establecen en nuestro país sus mafias y se enriquecen a base de delincuencia, terror y violencia, nosotros estamos a ver si somos capaces de ponernos de acuerdo en cuestiones tan inverosímiles como qué es una mujer.
Cuando te das cuenta de que realmente somos nosotros los que hemos perdido el norte, resulta mucho más sencillo que todo te importe un pepino de mar y ya solo piensas en cómo fabricar un salvavidas para cuando rebose la bañera. Pobre del que no tenga flotador ni sepa nadar, porque esto va a ser de sálvese quien pueda.
Lo que necesitamos es una amnistía para todos los españoles de bien, señor Sánchez, que ya hemos tenido bastante castigo.