Gabriel Albiac-El Debate
  • No hay sacrificio rentable más que aquel que se ejecuta en las alturas. Amputad a Salazar. En vivo. Que la sangre de un patán purifique todos nuestros delitos. Y el dinero quedará a salvo. Es lo que cuenta

¿Por dónde amputar un cuerpo que empezó a necrosarse? Porque la putrefacción, una vez consumada, no es reversible: lo muerto no revive nunca. Y el envite del cirujano se resume en dar por perdido lo perdido; y ver de pagar con su despiece la vida de lo que queda. No siempre se consigue. El PSOE –y, en el PSOE, Pedro Sánchez– se enfrenta exactamente a ese dilema. ¿Cuántos miembros del cuerpo socialista urge ir descuartizando para que la zona más preciada de su anatomía sobreviva?

Es la aporía que, en 1979, da uno de los cierres más brutales de la historia del cine a cierta película de serie B llamada a ser inesperadamente legendaria. Un criminal abyecto. Y bastante machacado. Un tobillo que alguien le esposó a su pesada motocicleta. Una mecha que arde en dirección al depósito de gasolina. Y la voz glacial de su Némesis, en la persona de alguien que tiene sobradas razones para más que matarlo: «Aquí tienes una sierra. Las esposas son de acero: tardarías horas en cortarlas. La gasolina estallará en tres minutos. Si optas por cortarte el pie, tal vez te salves». El justiciero se aleja. La cámara lo sigue. A los tres minutos, el espectador escucha una explosión y percibe el vago fogonazo en el ángulo superior izquierdo de la pantalla. The End.

Se empieza por lo prescindible: el pie. Koldo, para empezar. Al cabo, nadie va a llorar demasiado por un portero de burdel reciclado en guardaespaldas político. Un simple accidente de cálculo. ¡Sacrifíquese!

¿La gangrena avanzó más? Amputemos, entonces, a aquella parte del cuerpo socialista que estuvo en contacto más íntimo con Koldo. Tan íntimo como para compartir socialidades genitales: ya se sabe lo peligroso que es eso en materia de contagios. ¿Ábalos amistaba con Koldo huríes a cargo del presupuesto público? ¡Sacrifíquese! Pero, es que Ábalos era la mano derecha del Líder Supremo? Como Koldo fue su tobillo izquierdo. ¡Sacrifíquese, he dicho! Y a ver qué pasa.

Pasa, por lo pronto, que hay que poner una prótesis en el lugar de la mano amputada. No es grave: tenemos a Cerdán. Nada –no digo nadie– mejor para eso. Pero resulta que Cerdán era uña y carne de Koldo y de Ábalos en cosas de dinero. Y ya se sabe cuánto puede el papel moneda transmitir las infecciones. ¡Amputación inmediata! ¿También Cerdán? Sin dudarlo ni un microsegundo. Pero es que, entre los negocios de Cerdán, el milagroso enjuague de Air Europa y la esposa del Amado Líder, hay zonas de interferencia que algunos verán turbias. ¿Procedemos también a la amputación siguiente…? ¡Un momento! ¡Hagamos antes una pausa!

Buscad un alto cargo. Tiene que ser una pieza de buen precio para que la cosa funcione. Alto funcionario en la Moncloa, por ejemplo. Debe cumplir ciertas virtudes. Muy comunes en nuestra familia: patán, grosero, graciosillo, rijoso… Habrá de cargar sobre su deslucida imagen con todas las obscenidades que el ciudadano atribuye hoy a nuestro partido. Sobre esta preciada cabeza de turco, verteremos nuestros pecados colectivos. Y entonces, en memorable espectáculo, el lúbrico tocaculos será degollado entre los alaridos gozosos de la plebe. El linchamiento del patán hará aparecer aburridos nuestros grises delitos. La salpicadura de su sangre nos lavará el alma a todos. Y el dinero.

Pero esas rancias virtudes las encarnan tantos… ¿Cómo escoger a uno solo? Degollad al que sea más visible en la jerarquía. Eso hará delicioso el goce de nuestros fieles. No hay sacrificio rentable más que aquel que se ejecuta en las alturas. Amputad a Salazar. En vivo. Que la sangre de un patán purifique todos nuestros delitos. Y el dinero quedará a salvo. Es lo que cuenta.

Pero es que Salazar fue intimísimo del Amado Líder y de su Señora. Tanto como Cerdán, como Ábalos, como Koldo. ¿No habrá llegado la necrosis ya a lo más alto? Puede. ¡Decapítese!