Ignacio Varela-El Confidencial
- Si al poder de la Junta se añade una crecida importante del dominio municipal del PP, Sánchez puede ir olvidándose de conseguir la victoria clara en Andalucía en las generales, que es lo que necesita para mantenerse en Moncloa
De todas las batallas electorales que se librarán el próximo 28 de mayo (12 gobiernos autonómicos y 8.131 gobiernos municipales), la de los ayuntamientos andaluces es la que posee un valor estratégico más determinante, en sí misma y por lo que indicará respecto a las elecciones generales.
Si el Partido Popular lograra no ya invertir, sino simplemente equilibrar en esa comunidad el reparto del poder municipal, que hoy es abrumadoramente favorable al PSOE, estaríamos ante el peor presagio posible para la expectativa de los socialistas a escala nacional. La reciente encuesta del Centro de Estudios Andaluces (CENTRA), que abre la posibilidad de que el PP conquiste las alcaldías de las ocho capitales, apunta en esa dirección.
Ese es el encargo que Feijóo ha transmitido a Moreno Bonilla: en los próximos meses, la ocupación prioritaria del presidente de la Junta de Andalucía será trasladar al voto municipal, en la medida de lo posible, el vuelco que ya se produjo en el voto autonómico el 19-J del año pasado. Si al poder de la Junta se añade una crecida importante del poder municipal del PP en los grandes ayuntamientos y en las diputaciones provinciales, Pedro Sánchez puede ir olvidándose de conseguir una victoria clara en Andalucía en las generales, que es lo que necesita de modo imprescindible para obtener un resultado que le permita mantenerse en el poder. Para el PSOE, sin Andalucía no hay Moncloa.
En las elecciones generales del año 2000, el PP de José María Aznar consiguió su primera mayoría absoluta con casi un 45% del voto, con una ventaja de 10 puntos sobre un PSOE en plena depresión electoral, liderado por Joaquín Almunia. No obstante, en Andalucía ganaron los socialistas con un 44%, 10 puntos por encima de su media nacional. También habían ganado las municipales en Andalucía un año antes. Eso permitió aminorar el tamaño de la derrota.
Esa es una constante histórica: tanto en elecciones generales como en municipales, el PSOE obtuvo siempre un resultado muy superior en Andalucía que en el resto de España. Andalucía fue el motor principal de sus victorias y el amortiguador de sus derrotas. La obsesión del PP es hacer que ese motor gripe para dejar al PSOE sin una base territorial verosímil sobre la que articular una mayoría en España. Las autonómicas fueron el primer y decisivo paso; las municipales deben ser el segundo, según los planes de Génova.
Andalucía, un latifundismo municipal
La estimación del CENTRA —que coincide con la mayoría de las encuestas fiables publicadas— proyecta un resultado que podría llegar a otorgar al PP el control de las ocho capitales andaluzas, rozando o alcanzando en varias de ellas la mayoría absoluta. La batalla más cerrada se dará en Sevilla, donde ahora habría un empate entre el bloque de la derecha y el de la izquierda, con el PP como primera fuerza.
En esa ciudad y en otras muchas, el Partido Popular puede situarse en primera posición y beneficiarse del mecanismo de elección de los alcaldes, que otorga automáticamente la alcaldía a la lista más votada en las urnas, si en la primera y única votación de los concejales nadie obtiene la mayoría absoluta. Esa y muchas alcaldías más, pues, dependerán de la fuerza que obtengan los aliados naturales de los dos grandes partidos para completar una mayoría absoluta: Vox, por un lado; y, por el otro, el batiburrillo existente a la izquierda del PSOE.
El PSOE no solo se enfrenta al desafío de mantener su voto; ello sería insuficiente si sus aliados potenciales descienden, y más aún si se fragmentan y concurren a las elecciones en listas separadas. De momento, Más País ya ha roto la negociación para formar una única candidatura; y Yolanda Díaz ha hecho saber que solo respaldará activamente en la campaña a las candidaturas donde haya unidad en ese espacio, lo que es muy verosímil que no suceda en Andalucía.
Pero el poder municipal en Andalucía no radica solo en las ocho capitales. Ya hubo un periodo (entre 2011 y 2015) en que los populares tuvieron en sus manos las ocho alcaldías, lo que no impidió al PSOE retener el Gobierno autonómico y varias diputaciones provinciales, además de seguir ganando las generales en Andalucía.
Las ocho capitales sumadas representan el 28% de la población andaluza. Ganar esas alcaldías tiene un gran valor simbólico, pero no equivale a hacerse con el poder municipal en la región. Lo específico de Andalucía, en contraste con otras comunidades, es el latifundismo electoral. 785 municipios para una población de 8,5 millones de habitantes, lo que da una media de casi 11.000 habitantes por municipio: el doble de la media nacional. En Castilla y León, el caso opuesto, hay 2.248 municipios para 2,3 millones de personas: la media es de 1.000 habitantes por municipio. El caso extremo del latifundismo municipal andaluz se da en la provincia de Cádiz, con solo 45 municipios para 1,2 millones de habitantes.
Eso significa que, junto a las ocho capitales, existe en Andalucía un gran número de municipios con población elevada: 30 ciudades por encima de 50.000 habitantes y otras 75 por encima de 15.000 (ciudades pequeñas o pueblos grandes, pero con un peso poblacional —por tanto, electoral— muy importante).
En ningún sitio está escrito que el comportamiento de los votantes en esos núcleos urbanos intermedios se asemeje al de las capitales. Al revés, la historia muestra que es ahí donde se asienta históricamente el poderío de la izquierda. Si la hipotética conquista de las capitales no va acompañada de un avance sustancial del PP en ese segundo tramo, su victoria será más simbólica que real. Ahí se dilucidará el control de las diputaciones provinciales: actualmente, el PSOE controla seis de ellas y solo dos (Málaga y Almería) el Partido Popular. Si se cumplen los pronósticos, la relación tras el 28-M podría ser exactamente la inversa
La fuerza electoral del PSOE en Andalucía aumenta a medida que disminuye el tamaño de los municipios, pero la partida principal no se jugará en las ocho capitales ni en los pueblos pequeños, sino en los núcleos urbanos intermedios del latifundismo municipal característico de Andalucía.
El asalto al poder municipal del PSOE
La fortaleza municipal del PSOE, que ahora pretende asaltar el PP, se hizo aún más sólida tras las elecciones municipales de 2019. No porque los socialistas tuvieran un resultado espléndido, sino porque se beneficiaron extraordinariamente de la fragmentación de la derecha y de sus alianzas con las dos fuerzas a su izquierda, Adelante Andalucía e Izquierda Unida.
Con el 37% del voto popular y el 46% de los concejales electos, el PSOE consiguió el 59% de las alcaldías. 462 sobre un total de 785 municipios andaluces tienen hoy alcalde socialista. Una carambola excepcional que en 2023 podría operar a la inversa, con el voto de la derecha agrupado en torno al PP (que ha absorbido casi por completo al electorado de Ciudadanos y ha frenado a Vox) y un escenario magmático y declinante en el espacio en el que los socialistas han de buscar los apoyos necesarios para conservar sus alcaldías.
La gran esperanza del Partido Socialista en esta elección —en realidad, su única esperanza— radica en que está comprobado que pocas cosas fidelizan tanto el voto como la gestión de un buen alcalde. Esta vez no ayudará al PSOE la fortaleza de la sigla —que no es ni la sombra de lo que fue en Andalucía—, ni la influencia clientelar de la Junta (extraordinaria, como los socialistas andaluces saben mejor que nadie), ni mucho menos los ecos de la Moncloa. Tampoco la percepción imperante sobre el presente y el futuro próximo de las economías familiares, por mucho que la propaganda oficialista pretenda presentar una situación de estanflación (inflación elevada, crecimiento mínimo y empleo estancado) como un milagro económico.
Sí ayuda al PSOE, y mucho, el hecho de que esta vez los andaluces encontrarán solo una urna y tendrán que responder únicamente sobre su preferencia municipal. Si las elecciones municipales en Andalucía coincidieran con unas autonómicas o unas generales, como ha sucedido en tantas ocasiones, todo estaría perdido para el sanchismo: Juanma Moreno y Pedro Sánchez, cada uno por su lado, hundirían indefectiblemente a los alcaldes socialistas.
La gran esperanza del PSOE radica en que está comprobado que pocas cosas fidelizan tanto el voto como la gestión de un buen alcalde
Para que el PSOE salve esta bola de partido, es preciso, pues, que sus alcaldes consigan que el aprecio ciudadano por su gestión prevalezca sobre todos los demás ingredientes de la campaña. No será fácil conseguirlo, porque el ruido ambiental resultará ensordecedor: pero, para el que antaño se presentaba como “el gran partido de los andaluces”, no hay alternativa: esta es una hipótesis de necesidad.
Feijóo y Moreno son tan conscientes de todo esto que no vacilarán en poner al servicio de la causa andaluza todo el arsenal del que dispongan. Sin ir más lejos, el presidente andaluz ha prescindido de la consejera de Fomento, que resulta ser la más valorada del Gobierno, para lanzarla a la conquista de Granada. Eso es apostar en serio, no lo de Reyes Maroto.
Hasta mayo, a Sánchez solo le queda estorbar lo menos posible, confiar en los alcaldes de su partido y rezar para que les vaya bien
En Andalucía, como en muchos otros territorios, de aquí a mayo a Sánchez solo le queda estorbar lo menos posible, confiar en los alcaldes de su partido (y en algún presidente autonómico que no es precisamente objeto de su predilección) y rezar porque les vaya bien. Si se obrara el milagro de pasar la primera parte con un empate decoroso o una derrota mínima, ello no le garantizaría la victoria final; pero, al menos, la segunda parte del partido tendría cierta emoción. Que eso suceda o no depende en gran medida de los electores andaluces.
Habrá en el último domingo de mayo muchas contiendas atrayentes y no exentas de morbo: la alcaldía de Barcelona, la Generalitat Valenciana, el recorrido por la cuerda floja y sin red de Emiliano García-Page…, pero si, como sucede en Wimbledon, hubiera que señalar un partido para la cancha número 1, yo elegiría sin duda las municipales de Andalucía.