S. McCoy, COTIZALIA, 8/5/12
“La austeridad no puede ser una condena”. Esa fue la frase para la historia la pronunciada ayer por el candidato socialista Hollande a los pocos minutos de haber ganado las elecciones francesas. Su segundo, el alcalde de Nantes,Jean-Marc Ayrault, apuntilló poco después que “la clave ahora será recuperar Europa, reorientarla hacia el crecimiento, la competitividad y la protección”. Un discurso que les ha servido para conectar con un pueblo ávido de esperanza, aunque la experiencia pruebe después la inviabilidad de los postulados políticos de los vencedores. Porque Francia era ya, antes de esta contienda, una nación insostenible donde la constante intervención de la administración ha condenado su crecimiento económico y su productividad hasta el punto de que su balanza por cuenta corriente ha pasado a ser deficitaria. La promesa de más estado no puede sino empeorar el panorama. Los ciudadanos de aquel país han decidido brindar al sol de la mano de su nuevo presidente. Tardarán poco en despertar del imposible sueño de bienestar que les ha prometido.
De hecho, la derrota de Sarkozy hay que interpretarla en términos de castigo no por lo que ha hecho o amenazaba con hacer sino por las flagrantes omisiones durante su mandato, que culminaba cerca de dos décadas de gobiernos de centro derecha. Es su inacción la que le ha condenado en última instancia. Las enormes posibilidades de nuestro vecino del norte se han visto sistemáticamente cercenadas por el temor del mandatario al coste político de la liberalización de la economía y la racionalización del sector público, tanto en el ámbito funcionarial como en el empresarial. Cuando la presión de los mercados le ha obligado a mover pieza, ya era demasiado tarde. Como ha quedado demostrado a lo largo y ancho de Europa, es en época de bonanza cuando hay que afrontar determinados cambios imprescindibles para el conjunto de la sociedad, contando con la aquiescencia complaciente de esta, narcotizada de riqueza. Ahora que pintan bastos, el voto del miedo ante lo que estaba por venir le ha sacado del Eliseo. Veremos cómo lidia Hollande la presión de la bolsa y la prima de riesgo.
Igual que en las elecciones andaluzas, los votantes galos han optado por subsidio y protección del estado ‘en mano’ antes que por adopción de medidas que garanticen su sostenibilidad futura ‘volando’. La visión cortoplacista de los políticos refrendada por los electores. Así les irá. Los dos ejes que han condenado al país, reforzados de manera radical. Por una parte, apuesta de la inversión pública frente a la privada a través de mayores impuestos para los ricos, rentas del capital o banca y el fomento de la financiación estatal a empresas. Por otro, el reforzamiento del estado del bienestar: nuevas contrataciones de empleados públicos, subidas salariales en cuerpos como el médico o el del profesorado, ayudas a las familias con hijos en edad escolar, bajada de la edad de jubilación de nuevo a los 60 años, desarrollo administrativo de viviendas de protección oficial y así sucesivamente. Aún así la victoria de Hollande ha sido pírrica. Y es que el gasto público ya suponía, antes de estas iniciativas, un 56% del PIB francés, por encima de Suecia. La deuda transitaba cercana al 100%. Y contaba con el doble de funcionarios per capita que, por ejemplo, Alemania.
No es de extrañar que los inversores hayan recibido con miedo su victoria. Pesan, frente el factor positivo de servir de contrapunto a las imposiciones delCuarto Reich que beneficia entre otras a España (V.A., Entérense, el peligroso Cuarto Reich alemán es ya una realidad, 01-03-2012), tanto el potencial desgobierno que añade a una precaria Europa cada vez menos Unida, como la posibilidad de la caída de Francia en sí. Algo que anticipaba el profesor de Columbia Sala i Martín en un post del que nos hicimos eco no hace mucho tiempo (V.A., Sarkozy echa a España la basura que anega Francia, 10-04-2012). Y sobre lo que ha vuelto uno de los cenizos favoritos del universo analítico-periodístico anglosajón, Ambrose Evans-Pritchard. En su entrada del The Telegraph con motivo de la victoria del socialista (The Telegraph, Francois Hollande has ten weeks to avoid a French bond crisis, 06-05-2012) hace un recorrido sobre los problemas que afectan al país y sus posibles soluciones, muy alejadas del programa refrendado por las urnas. Lo curioso es que establece de manera indirecta un paralelismo con lo acontecido en Andalucía: apenas se moverá nada hasta las legislativas de junio y la sorpresa puede venir en el presupuesto de julio. Será entonces cuando los franceses se jueguen el ser o no ser. Y la euforia de la entrada triunfal en el gobierno puede tornarse en tragedia ante la traición de Hollande a sus propios postulados. Al tiempo.