Invocamos la seguridad para justificar nuestros dispendios, y la austeridad para escatimar la seguridad de nuestros adversarios. En todo gobernante hay una voluntad de ser como el PNV de los últimos 30 años: disfrutar del Gobierno, mientras llevan escolta los políticos de la oposición.
La levedad conceptual del secretario de Estado de Interior ha explicado el misterioso asunto de la escolta de Rajoy con una frase ininteligible: «La seguridad se ha garantizado en todos sus desplazamientos». ¿Qué habrá querido decir? Porque los hechos son que sus dos últimos viajes, a Varsovia y Bruselas, los ha hecho ya sin escolta. Una explicación posible: los escoltas son los ángeles de la guarda de los laicos. Por eso hay que reservarlos para los republicanos. El jefe de la oposición, que lleve una estampita de los Ángeles Custodios, patronos del Cuerpo Nacional de Policía. Dios conoce a los suyos y ya se encargará de que lo acompañen y le den protección en tierra de gentiles.
Invocamos la seguridad para justificar nuestros dispendios, y la austeridad para escatimar la seguridad de nuestros adversarios. En todo gobernante hay una voluntad de ser como el PNV de los últimos 30 años: disfrutar del Gobierno, mientras llevan escolta los políticos de la oposición. La cosa es mejor aún si las circunstancias permiten quitársela, porque así se engallan menos, no van tan jacarandosos por la calle. Durante la tregua 1998-1999, el viceconsejero de Interior del Gobierno vasco, José Miguel Martiarena, ordenó retirar la escolta a los dirigentes del PP. La consiguiente protesta de los populares fue acogida por Arzalluz con desdén, acusándolos de victimistas: «Es una actitud poco varonil y, para mí, muy poco política», decía con sus escoltas a pocos metros.
Puede que la escolta no sea una cuestión de seguridad, sino un atributo externo del mando, un signo de poderío. «¡Ené, con escolta, qué importante!», dijo la interventora del PNV en un colegio de Rentería a un concejal de la oposición que fue a votar acompañado. ¿Vamos a poner escolta a Rajoy para que vaya marcando paquete por Europa?
El ministro de Fomento preguntó retóricamente al PP en un mitin si le parecen muchos o pocos los 51 agentes, 51 sueldos, que nos cuesta la seguridad de Aznar. ¿De dónde saca pa’ tanto como destaca? Es necesario recordar aquí que ETA no ha atentado contra ningún presidente del Gobierno en democracia; sí contra un jefe de la oposición. Precisamente, contra José María Aznar, el 19 de abril de 1995. Debió de ser muy poca cosa, porque el presidente del Gobierno no se creyó obligado a telefonearlo.
Hay un problema adicional en esto: ¿quién le dio a Blanco datos sobre la seguridad de Aznar? En un país serio, una información así no sale de los labios del ministro del Interior. ¿De qué hablan éstos en los Consejos de Ministros y Ministras?
Un juez italiano ha dicho que Berlusconi puede usar el avión oficial cuando quiera y para lo que quiera. Basta con que él vaya dentro. Hace falta que nos aclaremos aquí y sepamos por qué la seguridad de Rajoy está garantizada en vuelos de línea regular sin escolta cuando va a reuniones con los jefes del PPE, y la de otros no; si esto es asunto menos público que el del presidente yendo a un mitin partidista o de compras a Harrod’s con su familia, o el del director del CNI cuando se llevaba a cinco agentes para que lo protegieran de los afamados peces-vela senegaleses. ¿Por qué Rajoy no y Zapatero sí?
Santiago González, EL MUNDO, 24/6/2009