Alberto García Reyes-ABC
- Ante la avalancha de escándalos y derrotas, Sánchez ha elaborado su más sofisticado argumento contra Feijóo
La ventana del sobre es una distopía de la corrupción. Como la ciudad de cristal de la novela ‘Nosotros’ de Zamiatin. Todo queda a la vista del Bienhechor. Esa vidriera atravesada por el fulgor de los billetes morados convierte el membrete del PSOE en una catedral del demonio. Pero a Pedro Sánchez le resbala. Mientras los sobrecogedores fríen chistorras navarricas en Ferraz, él está entretenido en la construcción del relato: la gente en España se muere por culpa del PP. Sólo hubo covid en Madrid, Fernando Simón nunca existió. Y los fallos del cribado del cáncer de mama en Andalucía, que efectivamente son gravísimos, sólo han existido con Juanma Moreno. Que la vergonzosa norma de no avisar a las mujeres que habían tenido diagnósticos dudosos la implantase su vicepresidenta y ministra de Hacienda cuando era consejera de Salud en la Junta andaluza no importa. Los sobres sólo existen en Génova, los puteros son todos de derechas, las parejas chungas son las de Aznar y Ayuso, el fraude fiscal es facha, la financiación irregular corresponde a los fascistas y la única ‘caja b’ que puede tumbar a un gobierno es la del PP. Si el líder de la oposición pregunta por los pagos en metálico de más de mil euros, prohibidos por el fisco, que recogía en la sede del partido la mujer de un asesor del ministro —¿cómo se firmaría ese ‘recibí’?—; si pregunta cómo va a abolir la prostitución alguien que se ha podido beneficiar de ella; si habla del horizonte penal de media familia del presidente, se arrima el micro a los labios y gime con entonación de Makinavaja: «Ánimo, Alberto».
La izquierda puede gobernar sin presupuestos, con corruptos encarcelados, con la familia en el banquillo, con sobres cargados de billetes, con dinero en metálico sin trazabilidad, sin apoyos para legislar, con dependencia de un fugitivo, sin pluralidad en la televisión pública, con encuestas manipuladas, falsificando currículos, plagiando tesis, enchufando a prostitutas en instituciones públicas para pagarles los servicios domiciliarios, demorando los trenes, provocando apagones, interviniendo empresas, manejando el Tribunal Constitucional, atacando a los jueces y a las fuerzas de seguridad, usando recursos militares para proteger a activistas afines, retirando a la policía de las manifestaciones que le vienen bien, indultando a malversadores, amnistiando a golpistas, dejando libres a delincuentes sexuales, desprotegiendo a las víctimas de violencia machista y hasta pagando sueldos estratosféricos a quienes tienen información sensible sobre las tropelías gubernamentales. No pasa nada porque el ‘mester de progresía’ es la apoteosis de la bondad.
Asomarse a la ventana del sobre del PSOE y divisar el manojo de billetes es, por tanto, una fantasía. Porque al Bienhechor le basta con aplicar su sacrosanta soberbia, esa educación tan exquisita que practica su ministro Puente, esa gran categoría suya, y susurrar lacónicamente a los cuatro vientos el argumento político más sofisticado de la historia del Congreso: «Ánimo, Alberto».