Rebeca Argudo-ABC

  • Ni en sus mejores sueños fantaseó Franco con tales honores

Se llamará ‘España en Libertad’, que en sanchezlandés significa «desprecio a la Transición», y los fastos durarán todo el año, como un jubileo laico. Un comité científico de expertos (no se rían) colaborará en la ejecución del programa de actividades culturales que se nos anuncia intenso. Más de un centenar de actos, de los que ya nos darán detalles, conmemorarán la gesta. Ni en sus mejores sueños fantaseó Franco con tales honores: un año de celebraciones porque hace cincuenta años que murió en su camita. También ese año se producían las últimas ejecuciones en nuestro país, daba sus últimos coletazos un régimen oscuro y se abría un futuro incierto ante los españoles que, aunque devino afortunada y rápidamente en transformación social y política, en proceso democratizador gracias a la generosidad y el esfuerzo de nuestro mayores, arrancaba dubitante. Pero Pedro Sánchez (servidumbre debida mediante) prefiere desenterrar de nuevo al dictador (por fijaciones más leves se han diagnosticado patológicas adicciones) y agitar los ánimos revanchistas de los que anhelan hacer (y cantar) la revolución que nunca hicieron. En 1975, seamos serios, con la muerte de Franco, podemos fijar simbólicamente el inicio de la Transición, pero no otra cosa. Una que nacía con pasitos inseguros, sí, pero que, con sus más y con sus menos, supuso un gran hito reconciliador para nuestra historia reciente. Aquello sí fue progreso. Lo que desde luego no podemos celebrar, porque sería falaz, es el inicio de la democracia ni de la libertad: no se iniciaría hasta 1977, con las primeras elecciones libres, ni se afianzaría hasta 1978, con el nacimiento de nuestra Constitución. Pero a Sánchez, cuando se enfurruña y le da el nervio, primero es el bruxismo y luego las prisas. Y lo mismo escribe una carta (o dos) declarándose enamorado y se toma cinco días libres, que anuncia la construcción de doscientas mil viviendas, el reconocimiento de Palestina como Estado o las bodas de oro de un deceso por fracaso renal agudo y choque endotóxico. Que no se respire miseria, que España va como un cohete. Y yo, que lo único que le pido ya al marido de Begoña, porque otra cosa no se puede, es que no nos aburra, aprieto los puñitos y ruego que contrate a Juan Carlos Ortega para organizar la ceremonia de apertura. Me imagino arrancando con una marcha pacificoreivindicativa de todas las causas justas por orden alfabético, con batucada brutalista, de los colectivos ecofeministas y transracializados de Lavapiés, desde Atocha hasta plaza de Colón. García Montero leerá, emocionado, el manifiesto por la paz, la concordia y la aniquilación total y sin concesiones de toda oposición, rubricado por los abajofirmantes oficiales de ‘Elmundodelacultura’, que, allí presentes todos, harán los coros a Rozalén e Ismael Serrano que, a lo Caballé y Mercury, cantarán algo reivindicativo pero llorica (una adaptación new age de ‘Te recuerdo, Amanda’ a cargo de Benjamín Prado, es un poner). Se alzarán entonces las manos pintadas de verde esperanza del público al grito de «Sánchez es mi pastor, nada le faltará». Y así se cerrarán las heridas. Lo veo.