FERNANDO SAVATER-EL PAÍS
- En esta época en que lo venial se convierte en monstruoso y lo monstruoso pasa por venial, me parece un deber intelectual oponerse a lo políticamente corregido
Si ustedes sólo se informan por este periódico, quizá no sepan que el mes pasado publiqué un libro, Solo integral (ed. Ariel). Se compone de una selección de mis columnas de los últimos seis años en esta misma página, cada una seguida de la reflexión actual que me suscita su relectura. Los temas son variados, claro, pero las que van de política insisten en cuestiones que los reaccionarios, en apoyo idólatra del sanchismo, prefieren minimizar: v. gr. el evidente maltrato a los derechos lingüisticos, es decir constitucionales, de los ciudadanos catalanes que quieren educarse y expresarse en castellano o el cada vez mas desvergonzado exhibicionismo político de los derechohabientes de ETA, que ponen cara compungida al recordar los crímenes del reciente pasado pero los condecoran y rentabilizan sin remilgos (hoy mismo sale en procesión la cofradía de los Hermanos del Zulo en Bilbao y otras localidades vascas). Mientras, el agitprop gubernamental prefiere dedicarse a discutir sobre el sexo de los ángeles… perdón: de los juguetes.
En esta época en que lo venial se convierte en monstruoso y lo monstruoso pasa por venial, me parece un deber intelectual oponerse a lo políticamente corregido, a la llamada opinión pública, “esa masa pringosa y peluda” (Jules Renard). Pero sobre todo en el libro planea la urgencia, por edad, de huir de las mentiras piadosas. No tengo tiempo para la compasión por los biempensantes. Se acabó la farsa de inventar derechistas antropófagos frente a fraudulentos izquierdistas beatos. No acepto redimir a golpe de buenas intenciones a los que solo hacen ricos en ideología. Ni seguir embelleciendo por decreto el pasado para disimular el fracaso en emancipar el futuro. En el horóscopo chino, 2022 es el año del tigre: procuraré estar a su altura.