Kepa Aulestia-El Correo

El lehendakari Imanol Pradales optó por dirigir su primer mensaje de Navidad evocando la figura de José Antonio Agirre, y recurriendo al mueble sobre el que trabajó aquel primer presidente del Gobierno vasco durante su exilio en París. Un lehendakari de meses en su mandato, en plena Guerra Civil, cuya trayectoria en tan excepcionales circunstancias no puede valorarse según las convenciones del momento. Solo que a Pradales le esperan obligaciones más complicadas de afrontar que aquellos momentos graves que Agirre arrostró en más negro que blanco.

La desmemoria ha dejado en el olvido que hubo más insurrectos vasconavarros al servicio de Franco que milicianos y gudaris en defensa de la legalidad republicana y, en el último momento, autonomista. Pero, junto a ello, discurre otra desmemoria. La que sitúa el Gobierno de concentración presidido por José Antonio Agirre como si se tratase poco menos que de una excentricidad que permitiría olvidar aquel episodio presto a la claudicación de Santoña y más. Ni el recuerdo del Gobierno de Agirre puede cancelarse, ni cabe someter al desdén de quienes, supuestamente, vinieron veinte años después y más a restablecer la dignidad de los vascos irredentos.

El mensaje de fin de año de Pradales no podía ser más de lo que fue. A diferencia de quienes protagonizan las campanadas, máxime en estos tiempos en los que la televisión ‘prime time’ parece acapararlo todo en una suerte de cuerpo a cuerpo de vaciladas que simulan combatir entre la revolución y la reacción a base de quiebros insustanciales. Para los portavoces de la oposición, Pradales habría defraudado porque se quedó en Urkullu. Como si al dictar su veredicto cada uno de ellos hubiese trascendido la Euskadi o la Euskal Herria alternativa hacia un horizonte inalcanzable para el Año Nuevo de Ajuria Enea. La Ajuria Enea de Pradales lo tiene más que difícil, aunque cuente con el consuelo de saber que no se verá obligado al exilio de Agirre. Pero líbrenos la memoria del primer lehendakari de secundar a quienes, en realidad, no quieren hacerse cargo del país. Por ofensivo que resulte que el PNV siga patrimonializándolo a pesar de todo.

El lehendakari Pradales se dirigió a los ciudadanos de Euskadi consciente de que el escrutinio electoral del 21 de abril fue acompañado de la deuda contraída por tantos años de Gobierno jeltzale. El ejercicio de la política se vuelve injusto una y otra vez. Es también probable que Pradales no acertara al dirigirse a los jóvenes, sin saber exactamente a qué jóvenes se dirigía. A quienes el lehendakari Agirre les suena a una avenida interminable de Bilbao. O a quienes en las juventudes del PNV aspiran a emularle en el desarrollo de su carrera. Las campanadas fueron la peor de las oportunidades para salir a escena. Por si cupiera alguna duda, las audiencias de ETB1 y ETB2 confirmaron que el soberanismo vasco se encuentra entregado al unionismo chispeante de las teles de Madrid.