ABC-LUIS VENTOSO
Nuestra democracia está perdiendo calidad ética
ANOCHE soñé que era polaco. Me desperté reconfortado, con la sensación de que en mi país imperaba una cierta ética en la vida pública y los políticos que la quebraban pedían disculpas al público y dimitían. Polonia no gasta buena fama en Bruselas, que desdeña su democracia como defectuosa y tiznada de resabios autoritarios. Y sin embargo… Marek Kuchcinsky es un político conservador de 63 años, con apariencia de respetabilidad y padre de tres hijos. Desde 2015 era el presidente del Parlamento de Polonia. Pero Kuchcinsky arrastraba un defecto: no acertó a deslindar lo público de lo privado y se servía de los vuelos pagados por el Estado para su ocio personal y familiar. Ayer presentó la dimisión. Su partido, el conservador Ley y Justicia, que gobierna con mayoría absoluta desde 2015, no admite tales comportamientos, y más cuando está embarcado en una campaña contra la corrupción y debe dar ejemplo.
Sánchez justificó la moción de censura con la que derribó a Rajoy invocando la regeneración pública. Todo su discurso se basó en que con él llegaría la ejemplaridad, superando la etapa de un presidente al que calificaba de «deshonesto». Como ejemplo positivo para España, el candidato Sánchez recordó durante la moción que en Alemania los políticos que cometen plagios en trabajos académicos dimiten de inmediato. Al mes de llegar al poder, el apóstol de la ética en la vida púbica utilizó el avión oficial, el hoy ya famoso Falcon, para irse con su mujer a pasarlo bien en el festival pop de Benicàssim. Descubierto el abuso, no hizo como el polaco, sino que tomando a los españoles por pánfilos los portavoces gubernamentales alegaron que la fiestuqui playera había sido «una actividad cultural» de promoción de España. Sin escarmentar, el apóstol de la ética y su familia recurrieron también a un helicóptero del Estado para viajar cómodamente a la boda de su cuñado en un pueblo de La Rioja. Tampoco esta vez hizo como el polaco. Sus portavoces alegaron motivos de seguridad y listo.
En septiembre de 2018, ABC reveló que Sánchez había cometido plagios en su tesis doctoral, que además no ofrecía la excelencia académica exigible a un trabajo merecedor de un cum laude. La información adjuntaba varios ejemplos incontestables. El paladín de la ética, que recomendaba dimitir en casos así, amenazó al periódico con una denuncia (que nunca ha llegado, por supuesto) y ordenó a La Moncloa divulgar un supuesto test de plagio que lo eximía de toda culpa y que hoy se sabe falsario. Días después, «El País» reveló que en el libro publicado con el material de la tesis también aparecía un grueso plagio. Durante la polémica, Sánchez faltó a la verdad en el Parlamento, respondiendo a Rivera que el documento estaba a disposición de todos en internet, cuando no era así. A pesar de las evidencias en su contra huelga decir que se atornilló al poder. El Partido Popular, que tal vez por algo recibió más tarde el varapalo electoral que lo ha dejado en el chasis, renunció a hacer oposición con el caso. Gozando de mayoría absoluta en el Senado incumplió su papel de controlar al Gobierno.
Pues sí, a veces me gustaría ser polaco…